Ministro renuncia por mentiroso

“Yo miento, tú mientes, él miente, nosotros mentimos, vosotros mentís y ellos mienten”, así se conjuga el tiempo presente, del modo indicativo del verbo mentir, dije a mi asombrada cochabambina, al saber que el presidente Evo había despedido de su cargo al Ministro de Medio Ambiente y Agua, reemplazándolo con el señor José Antonio Zamora.

Mi pariente espiritual, repuesta de su asombro, me preguntó si yo participaba de la creencia por la cual todos mentimos en nuestro país, respondiéndole sin vacilar que todos decimos mentirijillas de vez en cuando, a las que calificamos de “mentiras piadosas”, pero los que más mienten son los personajes del Gobierno, no sólo del actual sino de todos los anteriores y de los que vendrán.

Al sentirse descubierta, mi comadre quiso defenderse argumentando que en su escuelita de Quillacollo le habían enseñado que nuestros antepasados incaicos se ciñeron siempre a una trilogía moral que dice en quechua “ama llulla, ama sua y ama quella”, que en nuestra actual quiere decir: “no seas mentiroso, no seas ladrón, no seas flojo”.

Dije a mi candorosa protectora que todo lo expuesto por ella era verdad, aunque esa trilogía moral fue propuesta a nuestros antepasados incaicos porque precisamente pecaban de flojos, mentirosillos y ladrones, lo cual no debe ofendernos porque lo que se hereda no se hurta, y así somos ella, yo, nosotros y todos.

Pero las Heroínas de la Coronilla y sus descendientes como Macacha Gandarillas viuda de Racacha nunca se dan por vencidas, y volviendo a la carga aprovechando un descuido mío, me preguntó: “¿usted me ha mentido alguna vez, compadre, en nuestras largas y difíciles relaciones espirituales y económicas...?”.

Farfullando le contesté: -Sí, comadre, confieso que le he mentido muchas veces, pero le ruego no pedirme mi renuncia al alto cargo con el que usted me ha honrado porque no pienso hacerlo, ya que tengo la certeza de que usted ha mentido muchas veces no solamente a este su compadre casi ciego sino al pueblo boliviano, lo cual me lleva a decirle que estamos en igualdad de condiciones, pues usted me ha mentido tanto como yo le he mentido a usted y estamos por lo tanto entre dos mentirosos...”.

En un ámbito de confidencialidad, yo le confesé a mi comadre que le había mentido cuando ella quiso saber mi verdadera edad y yo para no perder el apoyo de mi generosa comadre me rebajé la edad en treinta años, confesándole que este año yo cumpliría tan sólo cincuenta y cinco años, siendo mi pecadillo perdonado por la cochabambina.

Como obliga la nobleza, mi pariente espiritual confesó ante mí haberme mentido cuando yo le pregunté a cuánto ascendía su fortuna, rectificando la suma y diciéndome en la oreja que ella me había declarado sólo una cuarta parte de sus caudales.

Nos fuimos a bailar del brazo repitiendo el viejo estribillo: “yo miento, tú mientes, él miente... y todos mentimos”. Mucho más cuando se acercan las elecciones del año 2014.