Menudencias
Juan León C.
Parece ya ocioso escribir para defender a la Agencia Fides. Su director fue muy claro al explicar a sus lectores el contenido de la nota que difundió. Fue también contundente al demostrar que no se mintió ni calumnió. Y valiente al rechazar adjetivos y amenazas de “querella criminal” para “sentar un precedente” con una “sanción drástica”.
Pero el tema es aún obligado por razones ciertamente ajenas a la nota que, aparentemente, provocó el enojo oficialista. Según un viceministro, el problema está en el titular de esa nota: “Evo dice que si se hambrea en el oriente, es por ‘flojera’”. Es demasiado claro que el “si” de ese titular condiciona una eventual situación a una determinada actitud. El término entrecomillado, “flojera”, no está como adjetivo que califica al sujeto. Expresa sólo una posible actitud del sujeto. Visto así, el titular merece gratitud, en lugar de castigo. Un colega recordó un viejo dicho de las redacciones: “los titulares, decíamos, los carga el diablo”. En este caso fue un angelito.
Al margen de la cuestión semántica, cuesta pensar que ANF haya pretendido menoscabar la imagen del Presidente. En medio siglo de vida, nunca fue acusada de mentir o calumniar, aunque les pisó los callos a dictaduras militares con igual empeño que a gobiernos democráticos de izquierda o derecha. Cuesta también suponer que el Presidente haya tenido intención de insultar en público a la gente de Santa Cruz. Es hombre ducho en política y está en campaña, cuando se dice sólo lo que la gente quiere escuchar. Y es también difícil aceptar que la lectura correcta de esa frase tan simple haya sido tan difícil para gente sin duda ilustrada, aunque la carta del viceministro que anuncia el juicio da para pensar.
Los adjetivos utilizados para anunciar una querella parecen más bien una explosión de enojo reprimido y un pretexto para castigar opiniones críticas del director de ANF. Eso explicaría que el caso haya pasado de su ámbito natural, en el Ministerio de Comunicación, al de funciones políticas, como prueba de totalitarismo paranoico que ve ataque en toda opinión contraria y desperdicia la crítica para enmendar errores o refrendar posiciones.
Pero el deficiente manejo comunicacional y político eligió un argumento muy deleznable. Leer bien la nota y su titular le hubiera ahorrado al gobierno las protestas que generó su amenaza de juicio. Y el papelón, si llega a ese extremo y el fallo es de tribunal imparcial. Pero más importante aún, tras 50 años de ejercicio profesional, José Gramunt seguirá seguramente opinando como opina y escribiendo como escribe. Como muchos otros, porque la libertad de opinión es posible sólo cuando el derecho está por encima de las pasiones.
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