El territorio de Charcas (después Alto Perú y ahora Bolivia) desde tiempos anteriores al descubrimiento de América fue objeto de codicia por sus recursos naturales, así como por la capacidad de trabajo de sus pobladores. Esa ambición hizo que esos territorios fuesen objeto de saqueo permanente y los habitantes objeto de extrema explotación. El resultado general de esas características no se mantuvo sólo en el nivel económico, sino también derivó en la dominación política que conformó tiranías tenebrosas. La colonización de esta parte del continente se prolonga desde entonces hasta el presente, bajo distintas fuerzas externas.
La primera vez que el actual territorio boliviano quedó colonizado fue durante la época de los incas quechuas que invadieron el territorio y trasladaron a sus habitantes a regiones lejanas, mediante el drástico sistema de los “mitimaes”. Enseguida, esos primeros colonizadores procedieron a la explotación de las poblaciones sometidas y al saqueo de materias primas minerales (oro, plata) y agrícolas. Esa etapa colonial duró un siglo (1450 -1550) con características inimaginables.
Una segunda etapa de colonización fue la que se produjo a raíz del descubrimiento de América. Aunque en condiciones menos duras, esa colonización española también se dedicó a la explotación de la población y al saqueo de minerales, en especial plata. Duró 300 años y no fue menos lamentable que la incaica.
Una tercera etapa advino después de la lucha implacable contra ese sistema de colonización que buscó la independencia de la región y la fundación de la nación boliviana en 1825. Pero ese objetivo no fue alcanzado a plenitud y la recién creada República pasó a convertirse en colonia de Inglaterra, que también saqueó las riquezas naturales y la sumisión de las poblaciones. Esta etapa de opresión colonial duró en gran parte del Siglo XIX.
En la siguiente cuarta etapa colonial, Bolivia fue sometida a la subterránea opresión económica y política de Chile, a partir de la usurpación del territorio del Litoral que dejó al país a merced del imperialismo del Mapocho y que dura hasta el presente.
Enseguida se produjo una quinta etapa de opresión colonial. La etapa colonial de la plata fue sustituida por la etapa colonial del estaño, que duró unos 50 años y concluyó en alguna medida en 1952, aunque para ser sustituida por el imperialismo financiero, etapa que duró hasta principios del Siglo XXI, en medio de notable resistencia social.
Esa tradición colonialista pareció, entonces, haber llegado a su final, pero no fue así, pues el colonialismo europeo y americano fue sustituido por otro no menos agresivo, saqueador y expoliador, bajo el cual vive el país actualmente. Esta sería la sexta etapa colonial y está a cargo de países de nuevo tipo aunque mediante sistemas más sutiles, pero siempre con los objetivos del saqueo de riquezas y la explotación de las poblaciones indígenas. Esos protagonistas son de los países llamados socialistas, ya sean cubanos, venezolanos o de otro tipo imperialista.
La comprobación de la vigencia de esta nueva etapa se confirma porque Bolivia ha caído bajo la dependencia imperialista de varias potencias, en especial Venezuela, país con el que el Gobierno nos ha endeudado, en menos de seis años, del nivel de 47 millones hasta los 421 millones de dólares, o sea en poco tiempo esa deuda creció en 800 por ciento, suma astronómica que va aparejada con una deuda política tal vez implacable que obliga -contra todo ofrecimiento- a la dependencia colonial del país, algo así como caer de la sartén a las brasas.
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