El secuestro es una figura jurídica que significa apoderarse de una persona contra su voluntad, para obtener un rescate, pero en sentido figurado importa toda acción contra la voluntad para apoderarse u ocultar algo. Y es que toda acción de fuerza o desde la fuerza del poder implica un secuestro, y en estos tiempos en algunos países de nuestra América hispana, algunos regímenes de gobierno con el ropaje de la izquierda de corte marxista o neo marxista, habiéndose instalado en el poder político por la vía del voto ciudadano, una vez en el mismo han secuestrado a la democracia bien entendida y practicada.
La democracia inventada por los sabios griegos y desarrollada magistralmente por Aristóteles en su obra “La Política” (sin olvidar que fue practicada en Atenas, como directa), es un sistema de gobierno que, al decir del mismo “estagirita”, corresponde al pueblo. O como lo definiera Abraham Lincoln: “es del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, en el entendido de que se supera al gobierno monárquico, la oligarquía y en general al gobierno de pocos y para pocos, de tal manera que se entiende como un gobierno para todos, pues “todos somos el pueblo”.
La base de sustento fundamental de la democracia, desde la antigua Grecia o Hélade, es la participación del pueblo en los asuntos del poder, ya sea en forma directa o a través de los representantes del mismo en los órganos señalados por el ordenamiento jurídico de la sociedad organizada en Estado, de donde si no hay presencia de corrientes diversas de opinión en la administración del Estado, aunque sea sólo como fuerza fiscalizadora, no hay democracia.
El derecho del pueblo a ser consultado para elegir a sus gobernantes resulta ese principio consagrado luego de la Revolución Francesa, de la soberanía popular, descrita por Rousseau en su “Contrato Social” como la voluntad general, es decir de la mayoría, la misma que da legitimidad a los gobernantes para ejercer el poder y porque así lo determinan las normas constitucionales de los Estados democráticos.
Sin embargo la democracia no sólo es elegir a los gobernantes, es la permanente presencia del pueblo soberano en la fiscalización del uso del poder, el mismo que en todos sus actos y acciones debe estar estrictamente sujeto a la ley, es el “estado de derecho” que también lo explicó Aristóteles, que dice: “es el cumplimiento de la ley de gobernantes y gobernados”. Pero la tendencia de los regímenes autocráticos es la de ponerse por encima de la ley, como lo estaban en el pasado histórico los monarcas absolutos.
Otra característica del sistema de gobierno democrático es la alternabilidad en el poder político de los Estados, es decir que los gobernantes dejen el poder a otros y para ello se ha establecido en las constituciones la prohibición a la reelección. Sin embargo los autócratas hacen reformar las constituciones para habilitarse y quedarse en el poder, con la pretensión de que sea “el poder por siempre”. No importa la voluntad del pueblo, sino el deseo de los caudillos autócratas, que no vacilan en usar la fuerza del poder, en especial la armada, para acallar la voluntad popular, como en este tiempo sucede en Siria.
También la democracia significa la “independencia” de los poderes u órganos públicos, es decir que la instancia legislativa, la judicial y la ejecutiva deben ser independientes una de otra, jamás tienen que estar todas en manos de una sola persona o grupo de poder. Lo contrario sucede en los regímenes autoritarios y antidemocráticos, que concentran en pocas manos todo el poder, que lo usan hasta el abuso para satisfacer sus fines personalistas o de grupo, y como ocurre en estos tiempos, para perseguir y destruir toda posibilidad de disidencia, desapareciendo la justicia, convertida en mecanismo represor.
La democracia significa libre expresión de ideas, que a su vez encierra las libertades de información, expresión y pensamiento y, por supuesto, la libertad de difusión, pues ¿de qué serviría elucubrar ideas si no se las pudiera hacer conocer? Por esto los gobiernos autoritarios persiguen a la prensa con la pretensión de acallarla y ponerla a su servicio, convirtiendo a los medios de comunicación e información en medios de propaganda.
Por coincidencia, en nuestra América Latina algunos extremistas, ex guerrilleros, terroristas, etc. han dejado la dictadura del proletariado por la democracia y han accedido al poder, peor, no todos son conversos sinceros, pues han secuestrado la democracia como conjunto de libertades, derechos ciudadanos y participación.
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