A principios del año pasado la economía del país registró un sonoro campanazo al producirse una brusca escasez de alimentos en los mercados y en forma simultánea el alza de precios en los productos alimenticios. Esa situación alarmó al Gobierno y a la población y las autoridades decidieron tomar algunas iniciativas para enfrentar situaciones de peor magnitud.
La reacción popular frente a esa crisis adquirió características alarmantes y, por su parte, el Gobierno adoptó como fórmula de solución para cubrir el déficit de alimentos, hacer grandes importaciones de diversos productos por alrededor de 600 millones de dólares al año y dando paso a importaciones privadas y el contrabando.
En efecto, la crisis fue superada en la forma pero no en el fondo, aunque al mismo tiempo las autoridades, tomando al toro por las astas, decidieron asumir una serie de medidas, empezando por dictar la Ley de la Revolución Productiva, mejorar el uso del agua, comentar sobre semillas, hablar de mecanización y muchas otras lindezas, dando así la impresión de que no volverían a presentarse la falta de alimentos ni el alza de precios y que, además, en un futuro próximo el pueblo boliviano sería abastecido con creces y los precios se irían para abajo.
Durante los últimos meses otros numerosos anuncios verbales de producir alimentos fueron hechos por autoridades de diferentes niveles. Se mostró en ese sentido que todos los problemas estaban resueltos. Sin embargo, en primer lugar se observó que la producción de alimentos no aumentó y siguen subiendo los precios, el contrabando y las importaciones y, por otro lado, las medidas enunciadas o no se las ha puesto en aplicación (como la Ley de la Revolución Productiva) o no se las puede aplicar por su carácter utópico, fuera de la realidad agraria del país.
En todo caso, se puede adelantar que los sonoros anuncios de mejorar la producción agropecuaria, bajar precios, llenar los mercados, suspender las importaciones, hacer reverdecer los campos, etc. no tendrán otro alcance que ser decretos líricos e inaplicables de principio a fin, así como (en caso de que se produzcan) terminar en derroches lamentables.
Esos resultados de tan baja o ninguna productividad se deberán, en todo caso, a que las medidas dictadas son a lo más parches y remiendos que no tocan la esencia del problema agrario nacional y que, por tanto, terminarán en bochornosos fracasos y el pueblo boliviano tendrá que seguir alimentándose en forma creciente con productos importados. De esta manera seguiremos comiendo pan argentino, papas peruanas, lentejas brasileñas, enlatados norteamericanos, frutas extranjeras, vale decir que quedarán en el recuerdo los deliciosos productos de nuestra agricultura tradicional, como ya se confirma en los hechos.
En pocas palabras, lo único que está garantizado en este momento para el pueblo boliviano es la inseguridad alimentaria y mientras no sean resueltos los problemas agrarios, este estado de cosas no sólo se prolongará sino que se profundizará hasta niveles increíbles.
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