A menos inversiones, más pobreza y subdesarrollo

“Si no hay agua en un pozo seco, de nada vale el trabajo” dice un viejo cuento chino al anotar que algunos campesinos buscaban agua donde no debían y lo hacían sin los instrumentos del caso, como esperando milagros. Esto es lo que nos pasa a nosotros, esperamos que las riquezas surjan y nos aprovechemos de ellas; aunque hay mucha experiencia al respecto, no podemos -¿o no queremos?- entender que para lograr riqueza, agua de la vida, es preciso invertir no sólo capitales sino tecnología y hasta capital humano experimentado.

Las inversiones en los países que conforman el Nuevo Mundo, a partir del Siglo XVII, han recibido inmigrantes y, con ellos, iniciativas, criterios, dinero y, sobre todo, ansias de trabajar y producir, deseos de salir de la pobreza y superar todas sus necesidades. El mayor ejemplo lo ha mostrado en diversas oportunidades el llamado “imperio”, como se llama a los Estados Unidos; se ha erigido pueblos y se ha explotado riquezas hasta el infinito y hoy es la primera potencia económica del mundo.

No ha ocurrido lo mismo con otro “imperio”, el soviético como fue la URSS y cuyos saldos negativos aún se los siente en algunos países: no se ha hecho inversiones y las políticas de economía de Estado, impuestas a partir de 1917, han impedido todo crecimiento de su economía hasta estancarse en planos absolutos de pobreza, como se ha comprobado, y se lo sigue haciendo, luego de la caída del comunismo el año 1989. ¿Qué hizo la economía de Estado? Absolutamente nada y sumió en la mayor pobreza y dependencia de las arcas gubernamentales a millones de personas dominadas por un sistema político arbitrario y dictatorial que quiso imponer doctrinas que, en esos tiempos y posteriormente, resultaron obsoletas y contraproducentes.

Se protesta por el capitalismo, como lo hacemos nosotros los bolivianos en niveles del Gobierno; pero tampoco se abandona esas políticas y ocurre que el propio régimen del MAS es más capitalista que el sistema estadounidense porque, así parece, no concilia con las políticas socialistas de extrema izquierda que sólo de palabra trata de imponer dentro de políticas de cambio que nada cambian.

Mientras no logremos vencer nuestro complejo de evitar las inversiones, nacionales o extranjeras, no podremos captar internamente un capital también absolutamente necesario, como es la confianza del pueblo. La verdad es que para los bolivianos han fracasado las estatizaciones o nacionalizaciones y hay la esperanza de que sean abandonadas esas posturas socialistas del comunismo, que difícilmente se las podría implantar en nuestro país que, en esencia y con mayor fuerza desde el año 1985, cuando se impuso el Decreto Supremo 21.060, tienen plena vigencia.

Es tiempo, pues, de que el Gobierno viva realidades y se compenetre mucho de lo que conviene al país porque seguir con planes que no serán realidad y, si se hacen efectivos, serán un fracaso total, el país no podrá salir del profundo pozo de dependencia en que se encuentra.

Buenos son los cambios en política económica cuando se trata de mejorar y adquirir condiciones para crear riqueza y generar empleo, únicos medios para conseguir un desarrollo armónico y sostenido; en otras palabras, es tiempo de actuar con la seriedad y responsabilidad que las circunstancias exigen y las experiencias enseñan.