• Chifleras aseguran que la ciudadanía deja “todo para último momento”, por lo que esperan que sus clientes lleguen en mayor cantidad en los próximos días.
La última semana de agosto es la época más usada por los creyentes para agradecer a la madre tierra por las bendiciones otorgadas a lo largo del año, según expresan las vendedoras y consejeras de los artículos necesarios para este tipo de ritos, más conocidas como chifleras.
En jornadas pasadas, La Ceja alteña se vio inmersa en ofertas que cubran los requerimientos de este tipo de creencias, “mesitas” de todos los precios y con infinidad de elementos eran expuestas para cumplir con las expectativas de cada familia.
“En la última semana vienen más personas porque la gente que cree no puede dejar pasar agosto sin ofrendar nada a la Pachamama (madre tierra). Según cuentan los aymaras, en esta temporada la tierra se abre para recibir las ofrendas y rituales que necesita con ello busca recuperar su vigor y fortaleza una vez transcurrido el invierno. Por eso le dicen lakani phaxi, el mes que tiene boca”, comentó Maria Acarapi, una de las chifleras.
Don Carlos, uno de los creyentes, llegó hasta los puestos de las chifleras para adquirir una mesa que contiene elementos de colores fuertes, unas lanas, dulces, mixtura, misterios, cada uno con un significado y propósito diferente.
Salud, suerte, trabajo y protección, son los deseos más frecuentes solicitados a la Pachamama (madre tierra), a cambio de saciar con esta ofrenda la sed y el hambre que tiene.
Al respecto, el sociólogo David Mendoza manifestó que “solamente se puede ofrendar a la Pachamama en anata carnaval, martes de ch’alla, en el mes del ‘espíritu’ (mayo), en la fiesta de pentecostés y en agosto, además sólo se puede entregar los tributos los martes y viernes más cercanos a estas fechas”.
Entretanto, muchos de los clientes de las chifleras manifiestan que es primordial realizar la ofrenda en este mes porque de lo contrario la tierra no será bondadosa sino buscará revancha.
“Esta temporada tiene mucha hambre y si no la alimentamos se puede enojar y hacer que la tierra no dé frutos, que haya sequía, que aparezcan enfermedades y que las familias se separen, por eso hay que alimentar, nomas a la Pachamama, para agradecerle por las bendiciones y por seguridad”, indicó Martha Pari, residente alteña.
Esta es una tradición ancestral y, año tras año, la ciudadanía la ha practicado con mucha fe y respeto, sin embargo, hoy el contexto en la urbe alteña es muy diferente, la población pocas veces pide por una buena cosecha, pues el pavimento impide que se pueda sembrar. Ahora la gente espera que la Pachamama otorgue prosperidad en las oficinas y suerte en los negocios.
Los expertos afirman que en el lugar o en el negocio, es necesario un agujero en la tierra rodeado de varias maderas que forman un cuadrado esperando a que las llamas sean avivadas con un poco de alcohol y vino, pero en la actualidad son pocos los inmuebles que pueden acceder a cumplir con este requerimiento. Recomiendan además realizar la quema de las mesas a media noche, momentos en que el ambiente se torna un tanto misterioso y enigmático. El fuego está consumiendo los troncos y es hora de atizar la ofrenda.
“La tradición indica que la ‘mesa’ debe ser quemada y enterrada pero gran parte de la gente no tiene patio de tierra, sólo quiere ofrendar para que le vaya bien en el negocio así que las costumbres se están adecuando a las características de cada lugar, compran la ofrenda y la lleva a sus oficinas o comercios, la challa con un poco de alcohol y los guarda en un rincón, porque no es un sitio apto para enterrarlo”, señaló la chiflera Felipa Ajuacho.
SIGNIFICADOS
Según el relato de las vendedoras, existen tres tipos de mesas las negras, las blancas y las coloridas, esto por los símbolos que contienen, cada una viene con una botella de alcohol, vino y dulces de colores.
La negra está destinada a luchar contra los maleficios, la blanca tiene el propósito de brindar protección y la colorida es para cumplir deseos específicos como la suerte en el trabajo, el amor u otros.
A cada mesa, se agrega un sullu, llama o una oveja sin vida, que es envuelta en un papel dorado y plateado en señal de riqueza, luego es cubierta con lana blanca o de colores como signo de prosperidad y abundancia.
Uno de los elementos principales es la nuez, cuando la semilla es descubierta y sale en forma de sapo es señal de prosperidad si tiene otra forma es signo de mal augurio.
Entre los aditamentos se puede mencionar a los misterios, pastillas de dulce con diversas formas, que sirven para peticiones específicas, el Cóndor Mamani que representa al cuidado de la salud, la figura de los doce platos es para que nunca falte la comida en el hogar y el cofre es símbolo de riqueza. Los precios oscilan entre los 10 y los 400 bolivianos dependiendo de sus elementos.
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