[Juan Carlos Tapia]

Excesiva alarma de amenaza


La noticia sobre armamentismo chileno, lanzada en forma inopinada por parte del Sr. Lanchipa, encargado de la Dirección Estratégica de Reivindicación Marítima (Diremar), en Santiago, al margen de ser importante no deja de ser oficiosa y peligrosa. Arbitrariamente el indicado señor se atribuye funciones que no le competen, sobrepasando y devaluando la misión y funciones que debe desarrollar el Consulado de Bolivia en Santiago, entendiéndose que esta representación no está cumpliendo sus funciones específicas. Es peor si hablamos del indicado Sr. Lanchipa, cuya misión aparentemente tampoco se va realizando.

Toda información que afecta a nuestros intereses o atenta contra nuestra seguridad nacional debía ser elevada, con carácter de “reservado”, por conducto regular en primera instancia, directamente a la Cancillería, previa constatación de la fuente y veracidad de la información (inteligencia estratégica). Luego, por una evaluación concreta de la información recibida, se determina su importancia y la celeridad de su tratamiento, para lo cual el Canciller a través de la presidencia convoca al Consejo de Seguridad Nacional, donde se definirá mediante el Congreso la posición más adecuada que tome el país, en relación con el problema planteado. Al haber llamado Diremar a la comunidad internacional para que se pronuncie respecto a la denuncia, ésta adquiere carácter multinacional, involucrando a las naciones del Cono Sur, donde existen históricamente conflictos limítrofes muy sensibles, de gran importancia geopolítica.

Debido al desconocimiento y deficiencia del personal en la Cancillería, virtualmente nunca se ha procesado y tramitado una información de acuerdo con el nivel de su relevancia. Poca o ninguna importancia se asigna al Consejo de Seguridad Nacional, órgano que existe de pantalla, sin la atención debida, menos se toma en cuenta las labores que desarrolla en torno a la seguridad y defensa nacional, los planes y estudios geoestratégicos de inteligencia de Estado y otros.

Además la Constitución Política en actual vigencia no es coherente sobre el desarrollo doctrinario de los conceptos de Seguridad Nacional, apuntes que quedan simplemente en retórica. De aquí deriva la importancia de retomar estas consideraciones para madurar una doctrina de seguridad y defensa nacional que prevenga cualquier sorpresa o contingencia externa.

A nadie extraña la carrera armamentista de Chile, que deviene desde la dictadura de Augusto Pinochet, cuando se destina un 10% de las utilidades por concepto de explotación del cobre de “Chuquicamata” que fue nuestro. Además de significar la venta de ese cobre el pan de los chilenos, al sentirse éstos rodeados de países enemigos no declarados, necesitan potenciarse ofensivamente, como quien no duerme tranquilo por temor a que se le arrebate lo usurpado.

El Gobierno nacional, a través de políticas de Estado, con los medios que tiene para hacer frente a cualquier eventual amenaza, debía potenciar la Seguridad Nacional, lo que significa una serie de tareas, comenzando por el fortalecimiento de sus Fuerzas Armadas, de acuerdo con su estructura organizativa y la tecnología actual, y no apoyarlas con pequeñas entregas logísticas, que ponen tan alegres a los mandos militares, sin importarles su doctrina y razón de ser, debido al moldeaje político-ideológico destinado a defender la estabilidad y permanencia política del gobernante, actitud castrense que pone en duda su eficiencia de combate y de conducción profesional. Ojalá que esta apreciación sea equivocada.

Todos los bolivianos deberíamos fortalecer el espíritu de “grandeza” que tanta falta nos hace, despojarnos del alto peruanismo que cada día nos sume en el atraso e ignorancia (salvando excepciones); fortalecer a cualquier costo la unidad nacional, tan esmirriada por el empeño del Gobierno en enfrentarnos y dividirnos como enemigos de nosotros mismos. Al continuar mostrando tanta debilidad por las malas acciones y comportamientos nacionales, es lógico que cualquier país ose atentar contra nuestra integridad y seguridad nacional. Por ello es imperativo fortalecer el espíritu del pueblo y de nuestras FFAA. Asimismo es necesario aceptar por principio de soberanía y autodeterminación, que cada país es libre de potenciar sus ejércitos como sea y donde sea, dentro de sus propios límites, salvo nefastas intenciones.

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