Autoridades económicas del Gobierno anunciaron la aplicación de un impuesto a las ventas del dólar; por supuesto, regiría para la atención en casas de cambio o en cualquier entidad financiera que venda dólares. Dijeron que la medida impositiva no afectaría a las transacciones hechas por particulares, pero sí a los fondos provenientes de las exportaciones porque implican ventas al Banco Central.
La verdad es que la colectividad nacional escuchó, por radio y televisión, diversas explicaciones del Ministro de Economía que, en fin de cuentas se hizo un “intríngulis” en lo que quiso que se entienda y que, parece, él mismo no comprende. Lo cierto es que la población se verá en la práctica de las transacciones con dólares ante situaciones difíciles que la acción del tiempo se encargará de consolidar, aunque ello significará que crezca el mercado negro del dólar y, lo más grave es que el “lavado” por parte del narcotráfico se simplificará.
El “lavado“ de dólares se ha convertido en una especie de institución (frente a la falta de institucionalidad que hay en el país) a través del llamado mercado negro, de organizaciones turísticas, de la misma banca que efectivamente no sabe ni puede saber la fuente de la que provienen las divisas que recibe y, lo más notable, la industria de la construcción que, se supone, es producto en la mayoría de los casos del lavado de dólares de los narcos que utilizando el excesivo dinero que poseen lo invierten, por diversos medios, en la construcción de edificios de departamentos que luego, al venderlos, automáticamente lava o legaliza el dinero logrado con la venta de drogas.
Hay que convenir en que ni la industria de la construcción ni los compradores de viviendas ni el turismo, saben la proveniencia de dólares que se cancela por la venta de departamentos porque los empresarios del narcotráfico saben cómo operar, a quiénes utilizar como intermediarios y evitar, además, la posible identificación de quienes, así sea involuntariamente, sirven al letal negocio.
De todos modos, hay que convenir en que los “intríngulis” que se forman con la compra y venta del dólar y las imposiciones que tenga por impuestos, dan lugar a una especie de bolivianización de la economía y es, en el fondo, una especie de lucha frontal contra la divisa norteamericana, aunque, en realidad, con el nuevo impuesto se eleva el valor del dólar y se desvaloriza nuestra moneda. El criterio ministerial es ingenuo desde todo punto de vista, porque nada ni nadie en la extrema pobreza de nuestro país le podrá hacer mella a las ventas o compras de dólares a la economía de Estados Unidos que, quiérase o no, sigue siendo la capital de la economía mundial y la vigencia del dólar, pese a las fluctuaciones o situaciones difíciles que pueda tener el Euro o cualquier otra moneda designada como divisa.
El mayor peligro que se vislumbraría es un incremento de la inflación y repetición de lo hecho por un Ministro de Finanzas del MIR en la década de los 80 que determinó la pérdida de ahorros porque, por el deseo de “bolivianizar” la moneda desechando al dólar, se empobreció a quienes poseían ahorros y, en casos, los dejó en la calle. Es preciso entender que el impuesto afectará a las exportaciones y a las importaciones porque la misma carga impositiva encarecerá lo que se importe. La medida tiene carácter traslaticio y puede ser funesta para empeorar la pobreza; en otras palabras, moneda más cara, bienes y servicios más caros. Medidas adoptadas por economistas que no saben de economía ni finanzas o que se hacen “cantinfladas” en sus explicaciones, no siempre resultan provechosas para el pueblo.
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