[Eric Cárdenas]

¿Qué quiso decir el Presidente?


En los regímenes de gobierno populistas, de derecha o izquierda, una de sus características es el “caudillismo”, donde el gobernante acumula poder, controla el aparato del Estado, se convierte en un semidiós y su voluntad está por encima de la ley y el derecho, además no hace trabajo de gabinete o estudio en su despacho, generalmente, porque necesita alimentar su poder con la permanente presencia de sus bases -previamente organizadas para las concentraciones-, a las cuales arenga con discursos, donde ataca a sus opositores, hace relevancia de sus obras o gestión y ofrece lo que espera su auditorio.

Para ello se traslada casi a diario a las concentraciones y entrega obras de todo tipo ejecutadas por las diversas instancias de la administración del Estado. Sólo recordemos al ex presidente René Barrientos, de tendencia ideológica conservadora o de derecha (como dirían los revolucionarios de este tiempo), que todos los días viajaba en especial al área rural, donde discursaba en quechua. Se hizo adquirir un helicóptero con los recursos de “un barco para Bolivia” y repartía dinero a los campesinos, coincidencia con la actual forma de gobernar del presidente izquierdista del régimen de los cocaleros y algunos movimientos sociales, con la diferencia de que el caudillo del régimen “plurinacional” lanza sus discursos en español, pues pese a ser el primer presidente indígena -como dice la propaganda oficial- no habla ningún idioma originario indígena.

El Presidente del régimen de gobierno actual en sus diarios discursos que pronuncia en toda ocasión, seguramente debido a que el idioma español no es su idioma “madre”, suele con frecuencia emitir conceptos y juicios difusos, que luego tienen que ser aclarados por los varios portavoces del oficialismo, en más de una oportunidad, con aclaraciones contradictorias. Y no es que exijamos con precisión idiomática digna de un filólogo, pues en general los ciudadanos hablamos mal nuestro idioma -salvo excepciones- e incluso esto sucede en la tierra madre de este rico idioma, España, pero las imprecisiones dan lugar también a variadas interpretaciones.

El problema de los discursos presidenciales radica en la información que hacen los medios de comunicación, pues si bien en los medios radiotelevisivos se puede transmitir la grabación o filmación del discurso o parte de él, en los medios de comunicación escritos esto resulta difícil, pues por razones de espacio se debe constreñir las noticias, las mismas que además tienen que ir con un título, donde se resume precisamente la noticia, y la maestría de los periodistas radica en que los titulares sean acertados y atractivos para el lector.

El problema con el discurso del presidente del Estado Plurinacional, que ha levantado polémica y ha sido motivo para llevar a los estrados del Ministerio Público a tres medios de comunicación, entre ellos el Decano de la Prensa Nacional, EL DIARIO, está originado precisamente en los términos gramaticales o idiomáticos empleados en ese discurso, que pueden ser interpretados de distintas maneras. La imprecisión en las normas del lenguaje empleado ha dado lugar a variadas interpretaciones.

Pero de ahí a que desde algunos ministerios se monte un escenario jurídico penal contra los medios antes anotados, resulta un exceso de poder, más aún cuando se utiliza como argumento forzado la Ley No. 045 contra el racismo y toda forma de discriminación, con el agregado de algunos funcionarios del Órgano Ejecutivo que reclaman disculpas.

Una vieja sentencia latina dice: “el que mucho habla, mucho yerra”, y el premio Nóbel de medicina Santiago Ramón y Cajal aconseja en su libro “Charlas de café” que “antes de pronunciar palabras, hay que discurrir (pensar) en lo que se quiere decir”, y no después, porque ya se dijo lo que se quiso decir, de tal manera que la prudencia y recato nos librarán de las interpretaciones, que pueden ser malas. Por eso mucha gente prefiere leer lo que va a decir y no improvisar, pues ésta requiere muchos conocimientos y habilidad o práctica (conjuntas), para no cometer errores.

El ex presidente Walter Guevara Arce sentenció: “en política hay que aprender a tragar sapos” y la actividad política, más aún la del gobernante, produce afectos y desafectos, pero éstos hacen a la tolerancia, que es parte del sistema democrático, lo contrario es pretender uniformar el pensamiento de la ciudadanía y sus instituciones, con estilo stalinista.

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