Punto aparte
La Fundación Jubileo se tornó en una de las fuentes más pródigas de información sobre el acontecer nacional, sobre la base de estudios e investigaciones de personal académico de altas calificaciones en sus especialidades.
La Iglesia Católica, que sustenta sus operaciones, está prestando, de esta manera, invalorable servicio al interés nacional, por cuanto permite que los medios de comunicaciones y los sectores interesados tengan a mano información de primera mano, elaborada con competencia y responsabilidad.
La divulgación de los hechos y acontecimientos mayores en los países y en el mundo es cada vez más necesaria y apremiante. De ahí que acceder a ella sobrepasa la simple rutina, es la requisitoria de una sociedad como la actual, tan dinámica y diversa. Y mejor si ese material se halla a la disposición pública, mayormente sin costo alguno.
En el último tiempo, digamos trimestre, para ser más precisos, la Fundación Jubileo publicó por lo menos una decena de estudios e investigaciones a profundidad sobre distintas materias, pero siempre respaldados por la seriedad y veracidad en los números y la descripción equilibrada de los textos. Aparte, con lenguaje comprensible, o sea sin exigencias mayores para ser asimilados por todo tipo de lectores, desde los más encumbrados hasta los más modestos.
Aunque todas las referidas investigaciones tienen enorme valía, es difícil siquiera enumerarlas una por una en estas pocas líneas de la columna. De ahí que, por ahora, nos limitaremos a exponer, a grandes rasgos, el contenido de la que lleva por título: “A siete años del IDH. ¿En qué se gastan los recursos?” Es la última publicación de Jubileo.
El IDH es el Impuesto Directo a los Hidrocarburos. Fue creado en 2005, tomando la alícuota del 32% del valor de la producción del gas natural. Se lo distribuye en distintos porcentajes al Tesoro General de la Nación, a los gobiernos departamentales y municipales; a las universidades y a tres fondos sociales.
La renta de hidrocarburos aumentó de Bs. 2.285 millones en 2004 a Bs. 4.980 millones en 2005. A la gestión de 2011 subió a Bs. 13.720 millones; es decir, seis veces más que en 2004.
Este fenómeno se debió al considerable aumento de los precios internacionales, deplorablemente no a los mayores volúmenes de producción, porque estuvieron estancados desde la nacionalización de los hidrocarburos, en mayo de 2006.
Pese a que no existe una norma que determine a qué fines deben utilizarse estos recursos, en los años 2011 y 2012 la mayor parte de aquellos ingresos -casi dos terceras partes- se destinaron a gasto corriente y una mínima parte a inversión o sea a la producción.
A propósito, Jubileo estima que esos recursos deberían servir para cambiar el patrón de desarrollo hacia una economía productiva, diversificada y que genere ingresos y empleo, en vez de estar siendo gastados sin perspectivas de reproducción.
Habrá que añadir que Bolivia está perdiendo la oportunidad de oro para salir del extractivismo, o sea de la explotación exclusiva del gas natural y de los minerales. En los últimos seis años no se crearon otras fuentes de ingresos externos ni internos sustentables para el país.
Efectivamente, se hicieron intentos de darle valor agregado al gas natural, pero no prosperaron, por lo menos hasta hoy. Peor aún, se convirtieron en escándalos de proporciones, por la corrupción que imperó en las contrataciones, inversiones y en otros procedimientos dolosos.
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