Los Sin Techo

Algunos lectores de esta columna podrían pensar que me encuentro triste y abatido ante la amenaza judicial que pende sobre la cabeza de los periodistas, pero felizmente no es así, porque una valiente cochabambina ha jurado protegerme con su propia vida ante cualquier emplazamiento judicial y otros atropellos, lo cual me mantiene vivito y coleando en esta vejez prematura.

Al grito de “¡Escriba usted de día y baile usted de noche!”, mi alegre comadre me condujo la noche del viernes pasado a una fiesta exótica y singular que sólo podía celebrarse en un “typical país” como el nuestro, pues había sido organizada por el movimiento social “Los Sin Techo”, con motivo de sus nuevos avasallamientos de tierras, que cuentan con las simpatías de nuestras autoridades y la vista gorda de policías y algunas juntas vecinales.

Con tal de bailar, mi pariente espiritual se olvidó momentáneamente de su condición de rica propietaria de casas y me dijo: “Yo sé que no le gustan mucho los Sin Techo porque usted sabe que siempre estará bajo los techos de todas mis casas, pero yo le invito, compadre, a pasar un noche de sana alegría donde todos los gastos correrán por mi cuenta y de paso conoceremos a los Sin Techo”. Montamos en mi motocicleta Harley Davidson y ahí pude conocer a los Sin Techo, ciudadanos que creen tener derecho a una vivienda propia avasallando tierras ajenas.

Cuando los vi tan contentos del país socialista que algunos van construyendo, uno de los socios del naiclú “Malena” dijo a los avasalladores que mi comadre Macacha y yo somos periodistas, lo que nos valió conversar con algunos, aunque la cholita cochabambina me iba diciendo en la oreja sin que ellos es enteraran: “Éste no es de los Sin Techo, pues yo lo conozco como loteador y actúa en La Paz y en otras ciudades...”.

Mi comadre sabía de la vida de muchos “Sin Techo” que poseen casas en pueblos y ciudades vecinas y que llevados por su codicia quieren tener otra casa más en las ciudades de La Paz y El Alto.

Mientras iba conociendo a más integrantes de este movimiento social y luego de comentar con otros invitados acerca de los sacrificios y penurias que pasamos los de la clase media para tomar una modesta vivienda propia, apareció en la fiesta un intelectual de El Alto con una pancarta que decía: “¡Que vivan los Sin Chola!”, diciendo en un breve discurso que todos los bolivianos deberíamos tener una chola propia para acabar con la actual injusticia, donde los grandes capos del Estado, la alta burocracia estatal poseen varias cholas, mientras los hombres que conforman el pueblo trabajador no se enteran de que un socialismo hualaycho sigue avanzando, llamé a mi comadre y le pedí el retorno súbito a La Paz, lejos, muy lejos de los Sin Techo y de los Sin Chola.