Hace poco tiempo, entre los muchos caprichos que tiene el Gobierno, se anunció el plan de “construir un nuevo palacio”. La población nacional se mostró escéptica ante el anuncio porque se considera que dicho proyecto estaría fuera de cualquier razonamiento lógico, dado el hecho de que, por el lado que se vea, el Palacio de Gobierno situado en la Plaza Murillo de La Paz es más que suficiente para el funcionamiento del Gobierno y, además, que bien podrá ser residencia oficial del Primer Mandatario.
Somos un país pobre y subdesarrollado que, como ocurre en la actualidad, depende de los precios internacionales de productos que requiere el mercado; no estamos en condiciones de producir riquezas por nuestra cuenta porque las fuentes respectivas han sido cerradas o anuladas por el régimen desde sus inicios de gestión hace más de seis años; pretender realizar obras que son innecesarias y hasta contrarias al interés nacional, resulta contraproducente.
Tenemos conciencia todos los bolivianos de la urgencia de invertir en obras de infraestructura necesarias para el desarrollo y hasta para el asentamiento de núcleos poblacionales que permitan ocupar el país en forma racional y sostenida porque nuestro territorio, tanto en occidente como en oriente e inclusive cabeceras de valle y valles, está prácticamente desocupado. Si a todo ello se añade el hecho de que hay mucha población campesina migrante a las ciudades, tenemos el caso de abandonos masivos desde tierras aptas para la agricultura y creación de industrias agropecuarias.
Las dependencias del palacio son amplísimas para las necesidades del Primer Mandatario y de su gabinete; hay que tomar en cuenta que cada Presidente, al posesionarse en el cargo, remodela y modifica espacios conforme a sus conveniencias y criterios y se han presentado muchos casos en el pasado en los que fueron anuladas obras de arte que mostraban hechos históricos por los que pasó el país.
Se dice que el actual palacio sería convertido en “un nuevo museo” que complementaría a los existentes. La verdad es que si hay espacios disponibles anexos al actual palacio, lo correcto sería ampliar instalaciones para un museo “palaciego” que tampoco es urgente y menos necesario. No debemos obrar con el criterio de que somos poseedores de grandes fortunas cuando, sólo por obra de precios internacionales, hemos logrado reunir reservas que nunca se tuvo en el pasado.
Los caprichos que abruman a la población no deberían ser parte fundamental de la gestión administrativa del régimen; por el contrario, y repitiendo la sugerencia, son precisas obras de infraestructura como caminos, puentes, rehabilitación de ferrocarriles, puertos en ríos navegables, aeropuertos donde efectivamente sean necesarios y, hasta con gran prioridad, construir hospitales y centros educativos. Todo ello no abrumaría a la nación y sería, además, modo y medio del Gobierno para demostrar que puede hacer gestión, que puede reponer el tiempo perdido y servir efectivamente al país, función para la que ha sido elegido y que lo tiene abrumado para una reelección el año 2014 para el inicio de un nuevo período el año 2015.
Un elemental sentido de prudencia y responsabilidad debería ser motivo para que el régimen que preside el Primer Mandatario, abandone proyectos que efectivamente abruman al país y lo muestra como nación rica que no lo es y que, muy a duras penas, saldrá en mucho tiempo de la posición de extrema pobreza.
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