Al presente suman 804 compatriotas detenidos en Chile, casi la totalidad por delitos de narcotráfico, de los cuales fueron indultados 428 por el Gobierno del vecino país, quienes han sido devueltos a Bolivia en días pasados. Estos números por sus enormes proporciones revelan la cantidad de gente del país involucrada en el ilícito y, por consiguiente, la magnitud que ha alcanzado el narcotráfico dentro de nuestras fronteras, número que fácilmente debe sobrepasar las 2.500 personas presas si se considera las que guardan prisión en el Perú, Brasil, Argentina y Paraguay, sólo para referirse a los estados limítrofes con el nuestro.
Es obvio que semejante contingente ha descongestionado las cárceles chilenas con un ahorro anual de 10 millones de dólares, como subrayaron las autoridades vecinas, monto que sin duda debe abarcar a los indultados de otras nacionalidades al tratarse de una política penitenciaria determinada. Siempre es motivo de alegría el retorno de los compatriotas al seno de la Patria y de sus hogares y desde aquí les deseamos un futuro feliz, constructivo y mejor.
574 reos bolivianos postularon al indulto, siendo beneficiados los 428 indicados. Se trata de reos que han cumplido la mitad de la pena impuesta, entre los que se cuentan 109 mujeres. No todos alcanzan la libertad con perspectivas de rehacer su vida, en vista de que 34 tienen cuentas pendientes con la Justicia nacional y sobre 12 recae sentencia ejecutoriada. Entre los anteriores, los hay que deben purgar delitos de narcotráfico, algunos por obligaciones familiares, además de otros delitos, según informaciones de prensa.
Los que continuarán detenidos tienen por delante las condiciones de las cárceles del país, caracterizadas por la falta de disciplina, ausencia de un régimen carcelario definido y una liberalidad lindante en el libertinaje. Signos que con frecuencia convierten a los detenidos en delincuentes más peligrosos, amenazando a la sociedad.
En contrapartida ha trascendido a propósito de esta repatriación que los reos en las penitenciarias chilenas aprenden algún oficio como método de rehabilitación y poder reinsertarse útilmente a la sociedad. El oficio obtenido les permite percibir una remuneración que bien se lo puede entender como un ahorro para su vida futura. No se trata de trabajos meramente artesanales, sino de talleres o industrias colectivas. Por supuesto este sistema es adoptado por la generalidad de los países según las modernas tendencias carcelarias, alejadas de la mera punición del delito y más bien con mira de rehabilitación. Es lamentable que en nuestras cárceles nada de ello ocurra en detrimento de los internos y del país.
Ojalá que quienes todavía deberán guardar reclusión en los distintos departamentos no se contaminen del ambiente predominante en el interior de las cárceles nacionales, porque si fuese así les hubiera sido conveniente cumplir su condena fuera del país.
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