Signos económicos poco optimistas

La realidad del país muestra, por un lado, estabilidad política en las esferas del Gobierno, mientras, por otro, se manifiestan aspectos pesimistas que deben ser tomados en cuenta a fin de adoptar las medidas pertinentes en cada caso. Ese diagnóstico también podrá ser útil para remontar el proceso histórico que actualmente vive el pueblo boliviano.

Los datos que revela la realidad objetiva muestran en primer lugar escaso desarrollo de aspectos estructurales, como el descenso de la producción en la minería y la agricultura, lo cual por un lado significaría que bajan los ingresos por exportación de minerales, mientras, por otro, se debe incrementar la importación de alimentos.

En cuanto a la reducción de los ingresos por la exportación de minerales, el INE señala que entre enero y julio pasados, las exportaciones de minerales cayeron en casi 18 por ciento en relación con el año pasado. Específicamente, el informe oficial destaca el derrumbe de la producción de zinc en más del 25%, del plomo en 32% y la plata en más del 14%. Sólo la producción de estaño tuvo un alza de algo más del uno por ciento.

Entre tanto, el sector industrial está paralizado y ha dejado de crecer, es decir que dejó de tener influencia en la economía del país. Según el Presidente de los industriales de La Paz, “el sector industrial no está creciendo ni siquiera al ritmo del crecimiento de la economía y mucho menos al ritmo de otros sectores”. El dato de que la industria no crece, revela el aumento del desempleo y el florecimiento de la informalidad que, por lo demás, se limita al comercio.

Mientras eso ocurre con la industria, el sector petrolero tampoco muestra síntomas de recuperación y, por el contrario, ha dejado de hacer exploraciones y sus yacimientos enfrentan agotamiento paulatino que amenaza a mediano plazo con resultados poco optimistas.

En cuanto a la agricultura, la Asociación de Oleaginosas informó que los niveles de exportación están también en descenso y han pasado del 6 por ciento al 2 por ciento anual, con la perspectiva de incrementarse en el curso de este año. Las causas de esos resultados se deberían, en primer lugar, a la inseguridad jurídica que se registra en el medio rural, así como a problemas climáticos que tienden a acentuarse.

Mientras esos sectores mineros y agropecuarios enfrentan graves dificultades, sus representantes se ven subestimados por el Estado y sus dependencias gubernativas, así como observan la ausencia de disposiciones legales apropiadas. Se destaca un inusitado desarrollo de sectores económicos como el financiero y el comercial que no crean riqueza o lo que se denomina plus valor. Un sector con notable fluidez es el de la construcción, pero se teme que más a corto que a largo plazo estalle la “burbuja inmobiliaria”, con efectos que podrían ser de magnitud.

Entre otros aspectos preocupantes (para la opinión pública) se encuentran los déficits comerciales con Venezuela y China, que significan que compramos mucho más de lo que vendemos. En efecto, esos déficits llegan con Venezuela a cerca de 200 millones de dólares, mientras con China se aproximan a los 400 millones de dólares. Se debe agregar el caso de Italia, que llega a unos 100 millones de dólares. Sin embargo, mientras esas cifras son preocupantes, las relaciones comerciales con Estados Unidos y Argentina supusieron el ingreso de unos 600 millones de dólares.

Los datos numéricos concretos son, en todo caso, relativos, ya que en su proyección lógica tienen alcances alarmantes, pues se registran índices descendentes de la producción pese al alza de las cotizaciones de las materias primas, contradicción que revela despreocupación oficial en el tema. Finalmente, se debe concluir que si no fuese el alza de las materias primas, el país se encontraría en bancarrota por haber dejado de producir y carecer de políticas dirigidas a la producción.