Cuando hay situaciones conflictivas en una sociedad cualquiera y no se encuentran remedios comunes para concluirlas, las partes se abocan a buscar lo que pueda superar todo en bien de todos. Muchas veces, cegados por diversas posiciones, los hombres actúan en desacuerdo con sus propios valores y hasta desoyen las esperanzas que hayan forjado; pero, vistos los caminos que se abren, encuentran la solución para conciliar y concordar acuerdos, para encontrar los mejores ánimos con miras a no tropezar en los mismos obstáculos.
Muchas veces, sea con gobiernos constitucionales o con los de facto, el pueblo se ha visto enfrentado a situaciones de descontento, de discordia y desacuerdo no sólo con quienes gobiernan sino con muchas instituciones; han perdido perspectivas de lo que conviene al país y de los pasos que se deben dar, así sea por caminos llenos de abrojos. Eso es, de algún modo, lo que nos ocurre a todos en estos días por los que transcurrimos: hay problemas y dificultades y hasta enfrentamientos verbales; hay posiciones de algunos sectores que están en contra de las leyes y hay otros que no concilian ni con las leyes ni con el gobierno ni con la ciudadanía en general porque sienten que se debe actuar conforme a sus urgencias y caprichos.
Desde hace años, buscamos todos, gobernantes y gobernados, modos y medios para convenir acuerdos y soluciones con objeto de vivir en armonía. Si no hay motivos para las desavenencias, nos esmeramos en encontrarlos y, así, nunca podemos salir de una sima de casi confrontación espiritual en la que nos encontramos o, peor, en situaciones de apronte que empeoran lo negativo y no dan lugar a entender que la comprensión, la caridad y los sentimientos hermanados por el mismo sentir de amor al país, pueden ser los caminos ciertos para arribar a la cima que siempre fue esperanza de todos.
Muchas veces, se llega al convencimiento de que cada parte debe renunciar a la dosis de soberbia y petulancia que se ha hecho característica vivirla porque se conviene en que a una posición intransigente se debe responder con otra igual. Así, la vida no sólo es difícil sino imposible, especialmente cuando se sabe que tanto autoridades con los poderes a su disposición y pueblo en general -incluidos los militantes y partidarios del régimen- pueden encontrar vías de conciliación, armonía, unidad y compromisos para pensar en lo que conviene.
Tanto cuanto se abandonen situaciones en que cada parte quiere lo “mejor de las tortas”, más fácil será retomar lo que los propios valores indican para evitar los enfrentamientos verbales, las posiciones de susceptibilidad absoluta y las acciones que buscan penalizar cualquier error, inclusive los que no han llegado a la condición de faltas o delitos que violen las leyes. Se puede entender que quienes no han recibido el beneficio de ser juzgados luego de probados sus delitos, encuentren remedios a las puertas de su liberación porque lo contrario significa, simplemente, forzar posiciones donde los resentimientos no cicatrizan y hasta se les crea mayor gravedad de la que podían tener.
Cuando se pregonan sentimientos de concordia, armonía y conciencia de servicio, automáticamente se tachonan con dotes de amor; pero, si todo ello es simple pose o simulación, todo se hace motivo y causa para agravarse y los mejores sentimientos se trocan por lo negativo que hace más daño que los que se sufría con anterioridad. Es preciso, por todo ello, entender la validez de lo que cada uno es y siente; de otro modo, querrá decir que se existe sólo para satisfacer lo que determina egolatría, egoísmo y carencia de vocación por lo bueno.
Estamos en situaciones políticas y sociales que dividen peligrosamente; pero, vivimos también nuestras propias virtudes y cualidades que nos muestran caminos ciertos para zanjar diferencias, para perdonar y entender la falibilidad de todo ser humano. Estamos predispuestos a experimentar las bondades y esperanzas de la concordia y el buen vivir que debe primar en la vida de todos los bolivianos.
Véase por el lado que fuere la situación, álgida para todos, surge una verdad: la urgencia de que el gobierno, su entorno y su partido, en aras de la concordia y de encontrar cauces para una buena administración debe dar los pasos iniciales que permitan poner en práctica lo que todo el país quiere: comprensión, armonía y concordia entre todos los que sentimos el mismo amor por la patria y por todos los que poblamos nuestra nación. El pueblo, con seguridad que sabrá responder a los buenos propósitos que las autoridades muestren y deseen porque se trata de una población que anhela, desde hace mucho tiempo, encontrar caminos ciertos y permanentes de solidaridad, trabajo y entrega a la causa del bien común.
Usurpado el 7 de octubre de 1970, por defender EL DIARIO |
Dirección:
Antonio Carrasco Guzmán
Jorge Carrasco Guzmán Consejo de Administración:
Miguel Lazo de la Vega |
Ernesto Murillo Estrada |
Rodrigo Ticona Espinoza |
"La prensa hace luz en las tinieblas |
Portada de HOY |
Caricatura |