Platón con sus máximas moralistas es el fundador de la ética, pero su exposición y sistematización o Ética de la Virtud es obra de Aristóteles. La deontología se origina en la ética. A su vez, Kant postula la Ética del Deber, fundamentada en el “mandato imperativo” de su filosofía, orientada por pautas y normas a seguir. La ética es propia de cada persona y se liga a la moral. Se puede apreciar, a propósito, que la ética y la moral tienen un mismo origen etimológico. La primera proviene del griego ethos que significa costumbre; la moral del latín mos, también costumbre.
El pensamiento filosófico y el tiempo contribuyeron a diferenciar estas dos categorías, de modo que la moral viene impuesta por la sociedad, es heterónoma. La ética es interior, pertenece al individuo, es autónoma y traza una “línea directriz” de su conducta. Estos conceptos sitúan en puridad a la deontología como parte de la ética. La negación de la ética vendría a ser el “todo vale”. La deontología se ubica entre la moral y el derecho, pero adoptada por los colectivos de profesionales como norma reguladora de su ejercicio adquiere carácter de exigibilidad. De ahí los códigos de conducta o de ética profesional que no sólo atingen a los miembros del gremio, sino que se proyectan a la sociedad. Son principios y normas que regulan la actividad profesional.
Jeremías Bentham (1748-1832) acuñó el término deontología, extraído del griego deon, lo conveniente, lo debido, y de logos, conocimiento, estudio. En este sentido toda actividad debería adoptar una deontología peculiar y las llamadas profesiones liberales que tanto tienen que ver con el servicio eficiente y responsable al individuo y a la pluralidad, no podían menos que hacerla suya.
Bentham, positivista o más propiamente pragmático, funda la deontología en el utilitarismo, del cual es uno de sus expositores más radicales. El utilitarismo considera que los actos son buenos o malos según la “felicidad” que proporcionan o, en términos más actuales, según el beneficio que pueden brindar al mayor número de personas.
Sobre todo el profesional ha de estar imbuido de su propia conciencia en la aplicación de su ciencia y de sus conocimientos. Independientemente a ello tenemos los códigos deontológicos que los colegios profesionales deben darse y administrar. Esta normativa se propone adecuar el desenvolvimiento de los profesionales a no causar daño ni perjudicar a nadie, así como regular la percepción de honorarios justos y proporcionados, sin incurrir en utilitarismo desmedido. El ejercicio ético de las profesiones pasa por la autorregulación. Los códigos deontológicos de los colegios de profesionales deben propender principalmente: a) Al comportamiento ético del colegiado. b) Al correcto cumplimiento de sus compromisos y c) A su responsabilidad social.
Sobre dichas bases, los organismos profesionales reciben del Estado, por delegación, su carácter de entes públicos con suficiente capacidad para darse una determinada disciplina autónoma, aplicable a sus miembros y reconocida por la autoridad.
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