El Relator Especial de Naciones Unidas (ONU), sobre racismo, señor Ruteere, llegó al país para informarse de “primera mano” sobre la evolución de ese problema en el país y según trascendió desde la Cancillería, una de las preocupaciones del personaje es “cómo construir ciudades sin racismo”. Su propósito, sin duda, quedó satisfecho con sólo permanecer algunos días en La Paz y constatar la existencia de una capital sin racismo ni discriminación, logrando la respuesta inmediata a sus preocupaciones. En la ciudad de La Paz conviven diversas clases sociales sin roces ni violencia en relación con un supuesto racismo. El resto del país demuestra similar situación y si hubo brotes en alguna o algunas ciudades, están ampliamente superados, precisamente por tratarse de casos aislados.
Las evidencias anteriores permiten afirmar que Bolivia es, con mucho, el país menos racista del continente y si en algún nivel de la ONU existen dudas al respecto, nadie mejor que su Relator Especial para despejarlas con objetividad luego de su visita. Sociológicamente nuestra afirmación se basa en el hecho incontrovertible de que gran parte de la población nacional tiene origen indígena. La evolución natural de los pueblos, sobre todo en América, ha conducido a procesos de mestizaje que en Bolivia se ofrecen fácilmente a la vista. Los mestizos mal pueden renegar de sus raíces y la simbiosis cultural de nuestro país es un fiel testigo.
El mejor referente de la inexistencia de racismo es el presidente Evo Morales Aima, quien es el primer presidente indígena del continente en el Siglo XX y en lo que va del actual, pues en el Siglo XIX ostentó esa dignidad Benito Juárez, en verdad el primer presidente indígena y uno de los fundadores de la República de México. Entre sus célebres frases tenemos: “El respeto al derecho ajeno, es la paz”, la que debería normar la conducta de tantos gobernantes contemporáneos.
Por otra parte, Bolivia cuenta con una Ley Contra el Racismo y Toda Forma de Discriminación, acatada por propios y extraños, aunque algunos de sus artículos sirven de instrumento para coartar la libertad de prensa, bajo el pretexto de su violación.
Si se trata de encontrar discriminación –pese a lo anacrónico del tema en estos tiempos- la elección de Bolivia no ha sido la más acertada, donde etnias y clases sociales viven en armonía y sin dificultades motivadas en diferencias de pigmentación, idioma, religión, etc. La represión en Chaparina y otros tienen en puridad otro nombre.
Hubiese sido interesante que el Relator Especial no se entreviste solamente con las autoridades en vista de que algunas, en especial las de los ramos de discriminación, despartriarcalización, justicia comunitaria y otras, dan cuenta de ciertas ideas fijas y de pontificar en demasía. Dicha fuente si fuera exclusiva correría el riesgo de la parcialidad.
Si el señor Ruteere indagara algo más, se sorprenderá de que los sectores de clase media al presente son objeto de discriminación, sufriendo el peso de culpas pretéritas y ajenas que pueden remontarse a los tiempos coloniales. Se trata entonces del surgimiento de un nuevo tipo discriminatorio, pero sin quejas lastimeras, ni protectores.
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