Menudencias
Juan León C.
Al escribir esta columna se desconoce aún la solución del conflicto en Colquiri. Cooperativistas y asalariados siguen atrincherados en posiciones enfrentadas y mantienen prisioneros a los habitantes de La Paz y de Colquiri. El gobierno, mientras tanto, parece paralizado a la espera de que las partes encuentren una salida por cuenta propia. Pero cualquiera que sea esa solución, ese conflicto tendrá seguramente repercusiones políticas importantes. El enfrentamiento entre asalariados y cooperativistas tiene un trasfondo ideológico e influirá seguramente en el futuro del país.
Aunque cooperativistas y asalariados desarrollan el mismo trabajo y explotan el mismo yacimiento minero, tienen la cabeza cubierta por guardatojos y manejan dinamita, están en posiciones absolutamente diferentes por sus objetivos específicos personales y sobre todo por la forma en que están organizados.
Las cooperativas, por definición, son asociaciones autónomas. Sus miembros se organizan así por iniciativa y decisión propia para una determinada actividad económica, en función de sus intereses, necesidades, aspiraciones económicas y culturales. En resumen, son una suerte de empresas privadas de economía social. Por esas características, los cooperativistas mineros están más cerca, por ejemplo, de los cultivadores de coca. Aunque éstos últimos no forman cooperativas, sus federaciones constituyen un sistema de organización de individualidades similar para el trabajo, el consumo y la comercialización conjunta en un contexto de economía de mercado.
La organización fundamental de los asalariados, en cambio, es el sindicato que les permite la defensa y promoción de sus intereses sociales, económicos y laborales frente a la empresa. El objetivo fundamental de los sindicatos es la búsqueda del bienestar de sus afiliados, condiciones dignas de seguridad y generar, mediante la unidad, capacidad de negociación para negociar con éxito con sus empleadores, privados o estatales. La libertad sindical constituye por eso factor fundamental de ese sistema. Por sus orígenes y tradición de lucha, los sindicatos mineros están por eso más cerca de principios ideológicos del proceso de cambio, aunque esos postulados parezcan sólo simbólicos bajo las circunstancias actuales.
El conflicto de Colquiri es, pues, entre dos sistemas conceptualmente diferentes y contrapuestos de organización, más que una simple disputa por un mismo yacimiento minero. Su solución puede marcar rumbos futuros si pasa por decidir, de manera honesta y coherente, entre cantidad de votos que puede aportar un determinado sector a los afanes de reelección y el respeto a principios, valores y banderas ideológicas que fueron razón de ser del proceso.
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