Todos, alguna vez fuimos elegidos entre otros. A la hora de elegir al equipo del curso, a los que iban a representarnos en el concurso de canto o, finalmente, al que iba a dar las palabras de rigor, pasamos por el crisol de la elección. El que elegía era nuestro maestro, nuestro progenitor, el encargado del grupo o el que lleva la voz cantante.
El que elige corre el riesgo de equivocarse porque no siempre elige con la razón, sino que apela al corazón, de esta manera elige a éste porque le cae bien y casi nunca elige al que le cae mal. En mi condición de maestro eventual de escuela, de universidad y de grupos humanos, en un período de la vida, me correspondió elegir a muchos jóvenes, la mayoría de los cuales hoy me ignoran y, qué curioso, muchos de los que no elegí, me brindan un saludo respetuoso y agradecimiento porque consideran que alguna vez llegué con la palabra oportuna a su vida.
Está claro que la mayoría de las veces no elegimos a quienes se merecen y éstos, tan pronto pasa el favor vuelcan la mirada porque sus intereses y valores son distintos a los nuestros.
Los gobernantes también tienen sus elegidos, hoy pueden ser los cooperativistas, los choferes, los empresarios privados u otro sector y corren el riesgo de no recibir el agradecimiento y, por contrapartida, los que no han recibido ningún favor sean los más responsables a la hora de colocar el hombro para llevar adelante el país.
Los elegidos o como diría la expresión bíblica “los ungidos” tienen una doble responsabilidad: ser agradecidos ante quien los ha elegido y hacer más que el resto, porque se ha confiado en ellos y no en otros para determinadas misiones.
Parece que el ser humano es cada vez más egoísta, es decir piensa más en sí mismo que en el otro, ha perdido la capacidad de agradecimiento y cambia de actitud tan pronto cuanto no es favorecido.
La sociedad boliviana constata que unos sectores son más favorecidos que otros, por diversas circunstancias, tal vez por afinidad, por intereses comunes, por número u otra circunstancia. Es esta división entre los elegidos y no elegidos la que fractura la unidad, la que no permite caminar juntos hacia el mismo objetivo, pero, al mismo tiempo, siempre estaremos eligiendo a unos y postergando a otros, ocurre en la misma familia, porque a veces algunos de nuestros hijos va a un colegio particular y el otro a un fiscal.
Es muy difícil liberarse de estas decisiones, porque en algún momento tenemos la indeclinable decisión de elegir. Por mi parte preferiría no ser ungido, porque en mi interior bulle un sentimiento de egoísmo que no me permite devolver bien por bien; entonces me viene a la memoria la expresión de San Agustín: “muchas veces hago el mal que no quiero y no el bien que deseo”.
El autor es comunicador social y filósofo.
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