En seis años estamos acostumbrados al ocurrente discurso del presidente Morales, retórica que ya no sorprende por las inusuales e inapropiadas frases, tan eufóricas que arremeten contra supuestos fantasmas enemigos del sistema socialista. Pero la sorpresa de su discurso es mayor, cuando las representaciones internacionales asistentes a los diferentes eventos, quedan pasmadas, estupefactas y a veces molestas, por lo “conmovedor y delicado” de sus conceptos, explayando siempre una predisposición cargada de intolerancia, nada edificativa para las intenciones y finalidades de sus mensajes, al extremo de que los planteamientos relacionados con el mar, efectuados ante la OEA en Cochabamba, casi ningún país del Alba los respaldó. Es un discurso que perturba un mensaje claro, ecuánime y equilibrado, por la ciega influencia ideológica en detrimento del país.
Con tanta firmeza se plantea ante el mundo los derechos de la madre tierra, para precautelar el sistema ecológico y la biodiversidad, sobre todo para “defender a los pueblos indígenas”, sin embargo en el país, por la presencia de focos de calor o chaqueos permitidos, se acaba con el ecosistema y la biodiversidad de los bosques.
Por otro lado, so pretexto de construir sí o sí una carretera llena de misterios políticos, se atenta contra una inmensa área protegida, reprimiendo con exagerada violencia a los “indígenas que debían ser protegidos”, marginándolos de su propia autodeterminación. Asimismo, la contaminación del lago Titicaca, de los ríos y otros la señalaremos en otro momento.
Se proclama, para la integración y unidad interamericana, que el país es pacifista, cuando por otro lado se ataca a mandatarios de naciones vecinas, como al presidente peruano Alan García, calificado de “gordo”, “chabacano” y otros improperios, por lo que el aludido le advirtió: “Evo, no jales mucho la pita y ten mucho cuidado”. Gracias a su madurez se aplacó la reacción inmediata de los mandos militares peruanos, para “defender a la nación ofendida”. El motivo de tal situación fue que el país vecino dio asilo a políticos del gobierno de Sánchez de Losada. Fue una gratuita provocación, por el desatino de los discursos, que ha puesto en peligro la integridad y seguridad nacional, imprudencia calificada como delito de lesa patria.
Como reviviendo viejas heridas de guerra, superadas por la amistad sincera con Paraguay, el presidente Morales denunció con virulencia que esta nación, mediante acuerdo con Estados Unidos, estaría instalando “bases militares cerca de nuestra frontera”. El Congreso y las fuerzas armadas de ese país calificaron de absurdas tales afirmaciones que son el complemento a la destitución constitucional del ex presidente Lugo y un pretexto para el acelerado armamentismo boliviano. Por tal motivo el Congreso y los militares piden al Gobierno 560 millones de dólares para su rearme, como alegato de “un virtual conflicto con países vecinos”, hipótesis contagiada al nacionalismo de su pueblo, que apoya incondicionalmente.
Una torpeza y franca provocación que da origen a una virtual amenaza para nuestro país, como la locura de los discursos de Salamanca que nos llevó a una guerra fratricida. Sin embargo de esto, ya se había suscrito un acuerdo con Venezuela para la instalación de una serie de bases militares en nuestro territorio, hecho denunciado por la diputada Piérola. Luego con argumentos de seguridad de la región, atacó a Colombia por las supuestas bases norteamericanas en su territorio, sin tomar en cuenta la soberanía y autodeterminación de los estados, libres de disponer conforme a sus necesidades e intereses.
Asimismo, son reiterados los ataques a Estados Unidos, que como imperio no se libra del furibundo odio socialista, indicando que atenta constantemente contra los derechos humanos y la soberanía de las naciones, pidiendo al mismo tiempo que desaparezca el Consejo Internacional de Derechos Humanos. En contraposición, Evo Morales no respeta los derechos humanos, en cambio apoya a los países árabes, donde el genocidio de poblaciones enteras hace escarnio de los derechos humanos.
Terrible incongruencia y desubicación diplomática, debido a la excesiva carga ideológica que enferma posiciones claras de nuestra nación, en relación con el contexto internacional; la insistente gestión política ha impedido ver al país con verdadera visión de Patria. Nos ha confrontado peligrosamente entre bolivianos, aymaras contra citadinos, cambas contra collas, indígenas contra indígenas, anidando el odio, rencor y resentimiento en el espíritu de sus agrupaciones sociales quechua-aymaras, dejando un corolario de pueblo dividido, sin esperanzas de un futuro mejor.
Aplicando el buen arte de gobernar como un Estado-nación y no como un sindicato, lejos de las arremetidas y ataques discursivos en una política identificada con las aspiraciones e intereses nacionales, fortaleciendo a nuestras “fuerzas armadas socialistas” muy venidas a menos, desterrando vulnerabilidades que nos asfixian, podríamos conseguir una virtual cohesión y unidad nacional, capaz de responder ante cualquier amenaza furtiva, venga de donde venga.
No se puede ignorar las pretensiones y posiciones geopolíticas de los países que nos rodean, es dar las espaldas a una realidad del mundo globalizado y sus necesidades; el equilibrio continental depende de la mesura, inteligencia y responsabilidad de nuestra diplomacia. Dios salve a nuestra Patria.
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