Saturnino Mayorga Pérez
Los libros, periódicos, revistas o folletos representan el pensamiento escrito humano. Son instrumentos que difunden y perpetúan la cultura. Cumplen su función bienhechora desde la divulgación de los conocimientos científicos y las emociones morales religiosas y artísticas hasta la difusión de las sagradas ideas de la libertad.
Las personas, su historia y sus actos podrán desaparecer de este mundo, sin que de esta ley de igualdad puedan librarse ni los genios, pero sus pensamientos escritos son imperecederos. El instrumento de esta perpetuación es el pensamiento escrito que inmortaliza al hombre.
Los libros, periódicos o revistas, en nuestra época, son artículos de primera necesidad. Abundan como el pan y “alimentan” a pobres y ricos. Pero para llegar a ser lo que son hoy, se ha requerido el trabajo de muchas generaciones. Desde que el libro y la imprenta dieran sus primeros pasos hasta su perfeccionamiento actual, según su historia que no es fácil anotar en esta investigación sucinta, hubo una larga y lenta evolución, y los nombres y fechas se pierden en la maraña de los siglos.
De escribir en “páginas” de ladrillo con signos cuneiformes, a las de papiro, cuero o pergamino y otros medios, a páginas de papel inventado -dicen las tradiciones- por el sabio chino Tsei – Luen, el año 200 antes de Cristo, existe una larga distancia. Hasta hace cinco siglos los libros eran escritos a mano (manuscrito) y eran copiados por copistas a mano, que podían producir pocos ejemplares.
En ese ínterin aparece Juan Gensfleischs, comúnmente llamado Juan Gutemberg, quien en 1438, con su invento de la imprenta con letras movibles, nos dio el remedio para la enfermedad que es la ignorancia, porque hasta entonces la mayor parte de la humanidad vivía en el oscurantismo, privado de sus derechos culturales.
Desde entonces la imprenta fue lanzada a los cuatro puntos cardinales del mundo, como la difusora del pensamiento humano por excelencia, no sólo se ha mantenido a la par del progreso, sino que ha impulsado el adelanto de la humanidad y la civilización. Por ello se dice que la invención de la imprenta es el mayor suceso de la historia. Es la madre de la revolución.
La prensa, esa máquina maravillosa universalmente reconocida, impele sin cesar toda la savia intelectual de la sociedad, arroja sin descanso materiales para difundir el pensamiento humano. La palabra “prensa”, en su sentido más amplio, se refiere al conjunto de las publicaciones periódicas y comprende todas las formas de exteriorizar y poner en conocimiento del público ideas, opiniones, consejos, hechos, ya se presenten en libros, periódicos, hojas sueltas, circulares, con dibujos o sin ellos, ya de palabra o por escrito.
En una nación de gobierno democrático auténtico, la prensa desempeña una función social y política. Ella no solamente contribuye a instruir y educar al pueblo por la divulgación de todas las ideas, sino que colabora también con el Estado. Los periódicos informan sobre la obra de los gobernantes, sugieren ideas nobles, hacen críticas sanas que son necesarias para medir el alcance de sus actos. Además orientan a la opinión pública. Sin la prensa, la ciudadanía del país no conocería los acuerdos ante los motines, las conclusiones de las asambleas, la labor de las asociaciones, los programas de los gobiernos, etc. De ahí la importancia de la libertad de pensamiento, de expresión y de prensa que tiene una nación, que se la denomina el Cuarto Poder del Estado.
En los regímenes totalitarios, dictatoriales o antidemocráticos, en cambio, según el Manual de Educación Democrática de los doctores Zuretti y Peñaloza, la prensa es objeto de severa censura, lo mismo que los otros medios de expresión de la opinión pública. No toleran que los ciudadanos tengan opinión personal propia, el imperio de la fuerza apaga las iniciativas individuales. El Estado lo dirige todo y todo uniforma, quiere que todos piensen y actúen de la misma manera. Los periodistas son acosados o encarcelados, mientras la prensa libre oral o escrita es suspendida, dejando al público en la ignorancia y el oscurantismo.
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