Cuando la ciudadanía estaba segura de que la migración de la población rural a las ciudades se había frenado o por lo menos reducido, ahora se informa que los campos siguen siendo abandonados por los indígenas y campesinos, quienes marchan a las minas, donde encuentran un salario para sobrevivir, ya que la tierra no produce ganancias.
Hasta los últimos años del siglo pasado se tenía noticia de que los agricultores se dirigían sólo a las ciudades en busca de trabajo porque la tierra no les produce renta, excepto en lo que se refiere a la producción de coca. Esa noticia fue, sin embargo, desmentida porque ahora los agricultores de la región andina, valles y zonas de yungas del país están abandonando sus parcelas para trasladarse a las minas, donde pueden ganar un salario que les permita mantenerse.
La confirmación del creciente éxodo de los indígenas y campesinos tanto a las ciudades como a las minas, fue confirmada por la Unidad de Justicia Socio Ambiental de Oruro, entidad que señaló que, según sus investigaciones durante los últimos años, los trabajadores rurales de la Cuenca del río Desaguadero y los lagos Urus y Poopó dejan la tierra y se incorporan al trabajo en las 300 empresas mineras que funcionan en la parte occidental del departamento de Oruro, muchas de ellas ilegales, ya que operan de forma clandestina al no contar con licencias ambientales. Se agrega que empresas mineras grandes y medianas captan a comunarios a fin de evitar que generen conflictos en defensa del cuidado del medio ambiente y pidiendo compensaciones por impactos.
Ese centro agrega que problemas de tierras, agua y aire, originados en zonas fronterizas de Perú, los obligan a dejar la agricultura y migrar a las minas y las ciudades. En ese sentido, una información dada por una Ministra, que dijo que se estaba produciendo una migración de la ciudad al campo, fue desmentida por los informantes.
De otro lado, se puede considerar que muchos de los cooperativistas mineros del país son campesinos e indígenas que han abandonado la tierra, porque ésta no les produce ganancia, excepto, reiteramos, en lo que se refiere a la producción de coca. Así mismo la composición social de esas cooperativas estaría originando los conflictos que se registran con los obreros de Colquiri, Mallku Khota y otras minas.
En forma general, se puede concluir que el origen de los problemas en las minas, como en el caso de Colquiri, está principalmente en que la cuestión agraria del país no ha sido solucionada y, por tanto, los campesinos e indígenas se ven obligados a abandonar el cultivo de la gleba, porque ésta no les proporciona la renta necesaria para vivir y, en vista de esa situación, se ven empujados a migrar a las minas y las ciudades, donde encuentran oportunidades de ganar el sustento diario y conseguir mejores condiciones de vida.
Finalmente se puede pronosticar que mientras las improvisadas autoridades sigan adoptando medidas precipitadas de tipo súper estructural y no entren al fondo del asunto, casos como el de Colquiri y otros se seguirán presentando y tal vez con características más agudas. Como consecuencia lógica del agitado estado de cosas que existe en el país, por la crisis minera que no se limita al asunto de Colquiri, será poco menos que imposible que Bolivia se convierta en polo de atracción de capitales y salga del estado de malestar general.
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