Según noticias recientes: “La compañía coreana Samsung Engineering consiguió un contrato de 843 millones de dólares para la construcción de una planta de fertilizantes, lo que representa un paso importante hacia la industrialización del gas natural en Bolivia, anunciaron el jueves funcionarios”.
“En el evento, realizado en Cochabamba, estuvo presente el presidente Evo Morales y varias autoridades nacionales, además del coreano Jae Youl Kim, de Samsung Engineering, quien firmó el documento junto con Villegas, y aseguró que la construcción de la planta es un reto grande para la empresa pero que estarán a la altura. La construcción arrancará en 2013 y se espera que quede concluida en 2015, desde cuando Samsung se encargará de la operación y el mantenimiento del complejo petroquímico hasta inicios de 2018”.
“Brasil, el principal comprador de gas natural boliviano actualmente, es el mercado potencial para la producción de amoniaco y urea de esta planta”.
Es una buena noticia. En relación con ella creo oportuno traer a colación las investigaciones de un destacado investigador neozelandés que trabajó por más de 30 años en Bolivia, quien actualmente “pingponea” entre su tierra natal y nuestro país, ya que tiene residencia en La Paz y un proyecto agroforestal cerca a Riberalta.
Tom ha recorrido gran parte del país a pie, haciendo “calicatas” para estudiar los suelos del país, particularmente en la zona tropical. En relación con el uso de la urea en caña de azúcar, él escribió un “paper” en abril de 1971, en su calidad de miembro de la Misión Británica de Agricultura Tropical en nuestro país.
Es un texto muy técnico, con fórmulas químicas y ecuaciones incomprensibles para los no especializados, del cual resumiré sus conclusiones que son extraordinariamente importantes y deberían aplicarse de inmediato, o cuando menos iniciar una fase de experimentación por parte de INIAF y CIAT en Santa Cruz, pues su aplicación contribuiría a mejorar la economía cañera de ese departamento.
Escribe Tom: “la urea añadida a la humedad del suelo se combina con el agua para formar carbonato de amonio. Esta reacción procede con la ayuda de un enzima llamado “ureasa”, una proteína producida por los microorganismos del suelo. Generalmente la reacción ha tenido un efecto colateral de elevar el pH del suelo o, en otras palabras, crear un ambiente alcalino, el cual volatiliza el amoníaco del carbonato de amonio, soltándolo al aire. El resultado neto es una pérdida del ingrediente fertilizante, el “nitrógeno”.
Prosigue Tom: “Experimentos conducidos en varias partes del mundo indican que las pérdidas de nitrógeno de la urea aplicada a la superficie del suelo pueden exceder 60% del total del nitrógeno durante las primeras cuatro semanas después de la aplicación. Sin embargo, las pérdidas pueden reducirse sustancialmente colocando el fertilizante bajo la superficie del suelo a una profundidad de 3 a 10 cm. En otras palabras, si la urea es usada como fertilizante nitrogenado, es aconsejable colocarlo bajo la superficie del suelo. Esto obviamente es un procedimiento costoso”.
Además del efecto anterior, prácticas agrícolas inadecuadas asociadas a esta técnica pueden provocar suelos salinos, reduciendo la disponibilidad de otros nutrientes para las plantas.
¡OJO!, no sólo se trata de construir una planta industrial, proveer el fertilizante con buenas intenciones, sino hay que complementar con nuevas prácticas agrícolas. Reitero, es un desafío para las entidades especializadas en investigación y extensión agrícola de la región.
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