Una garrafa de GLP cuesta Bs 80

Contrabando campea en la localidad de Puerto Acosta


La localidad de Puerto Acosta, provincia Camacho, distante a 215 kilómetros al norte de La Paz, se ha convertido en este último tiempo en uno de las puertas de salida más importantes del contrabando de combustibles y abarrotes hacia la República del Perú.

Pasajeros con destino al vecino país expresaron a Erbol que el control policial, la unidad militar acantonada en la zona y de la Aduana Nacional es “nulo”.

Diariamente, camiones, buses, minibuses y taxis, sin asientos, e inclusive motocicletas, llegan al municipio de Puerto Acosta para descargar combustible y comercializarlo. Los pocos uniformados, que supuestamente deberían encargarse de la interdicción, poco o nada pueden hacer frente a la “avalancha de contrabandistas”.

“Hemos visto que hay camiones, flotas y taxis que se ingenian para llevar gasolina o diésel. Ellos llegan a Puerto Acosta y hay comerciantes que ya los conocen y se acercan para hacerles la propuesta de compra”, dijo un testigo.

MODUS OPERANDI

El punto de referencia en dicha región es Virupaya, población perteneciente a Puerto Acosta y distante a 240 kilómetros desde La Paz.

Ahí, desde hace diez años, se desarrolla el operativo de compra-venta de productos y combustible para el contrabando. En ese lugar no existe control de parte de las autoridades.

“Es sorprendente cómo los comerciantes pueden hacer sus negocios sin que nadie les diga nada. En Virupaya no hay control, está inundado de contrabandistas que proceden de otras provincias paceñas y del interior del país”, dijo a Erbol doña Luisa (nombre cambiado por razones de seguridad).

El diésel es el combustible más solicitado y el que se comercializa en ingentes cantidades. Luego de definir el precio de la venta, los compradores retiran el diesel de los tanques de los camiones en turriles y bidones de 100 litros.

El precio del contenido de un turril puesto en frontera boliviana alcanza a 750 bolivianos y en el lado peruano oscila entre los 215 y 220 dólares estadounidenses.

Los comerciantes abarroteros disponen, para comprar el combustible, de bidones de cinco, 20 y 50 litros. Ellos se encargan de acumular para luego trasladarlo a Perú, a través del denominado contrabando hormiga.

“Otra estrategia para llevar combustible es en bolsas de plástico transformables, con cubiertas especiales”, dijo Gilberto (nombre cambiado), un pasajero frecuente a poblaciones peruanas.

 
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