Se ha dicho más de una vez que es posible que los jóvenes y señoritas no tengan todas las virtudes de sus mayores, pero poseen una que vale por todas las demás, algún día tomarán el lugar de aquéllos. Es una verdad irrefutable, porque ellos serán quienes dispongan del país, de la colectividad y de ese futuro que siempre está muy próximo, incluso tomarán las riendas del hogar.
Esto ha ocurrido desde que el mundo es mundo; las generaciones se suceden unas a otras, las personas mayores, los ancianos dejan su lugar a quienes les siguen. Siempre ha sido igual, sin trastornos ni dificultades, sin que nadie pueda decir que estas personas jóvenes, ya hombres y mujeres, no supieron cumplir sus compromisos.
Por eso seguramente los padres consideran que invertir en estudios, en conocimientos para los hijos e hijas, brinda los mejores dividendos en el futuro inmediato, cuando ellos toman su lugar con responsabilidad y empeño, alejados de banderías políticas y vicios, sin defraudar a sus progenitores que hacen sacrificios económicos para sus estudios. El resto corresponde a esos jóvenes que se preparan oportunamente, que estudian, se sacrifican para saber más, luchan para ocupar lugares de expectativa.
Lo demás viene de acuerdo con la capacidad de cada uno, aunque es evidente que las energías del cuerpo y el espíritu son indispensables para el triunfo en la vida, porque el destino del hombre y la mujer está allí, donde es más útil. De esta manera la juventud estudiosa llega al sitial que le corresponde, por su capacidad y méritos o simplemente por su ambición y su fuerza de voluntad en la lucha que muchas veces es a “brazo partido”, por la competencia profesional existente en todo país desarrollado y progresista.
¡Ay de los haraganes! Un proverbio chino nos enseña: “La inteligencia consiste en saber reconocer las oportunidades”. El hombre sin sabiduría es como una campana sin sonido. Un pueblo sin cultura, es un pueblo enfermo. Entonces todo a su debido tiempo. Asistimos, sin advertirlo especialmente, sin que sea una novedad, a este cambio incesante de los actores de la vida que se reemplazan unos tras otros, que se suceden incesantemente en todos los escenarios y tiempos. Nadie se resiste, nadie demora, nadie desecha la oportunidad porque perderla sería como dejarse morir antes de tiempo o aceptar una derrota sin haber sido vencido.
Todos debemos confiar en que llegado el momento, los jóvenes de secundaria y universidad sabrán desempeñarse como corresponde para que las cosas marchen normalmente, sin obstáculos ni tropiezos. Con el pensamiento en el país, esta generación que tiene más espíritu de lucha y sacrificio que las anteriores, no tiene que limitarse a lograr un empleo en la vida, tiene que trabajar con ritmo sostenido, también para servir y contribuir al desarrollo del país. “La enfermedad del ignorante es ignorar su propia ignorancia”.
Esta juventud puede ser un elemento de renovación, si mantiene posiciones para salir del desorden existente, de nuestro atraso, incultura, pobreza y miseria. Pero puede ser un factor de regresión si sigue movimientos ancestrales que en vez de mejorar la estructura social, quieran volver a estructuras sociales anacrónicas y arcaicas. A nivel sociológico el hecho más importante es que la juventud llega desde afuera a los conflictos de nuestra sociedad, por eso ella está predestinada a dar comienzo a cada cambio social.
El porvenir de Bolivia está en manos de esta generación, por insoslayable ley biológica. Esta es, pues, una generación decisiva, uno de los factores fundamentales del futuro, mientras va ocupando puestos claves en mayor número, por el relevo inexorable de las generaciones, como es ley natural. Esto no quiere decir, por supuesto, que el joven y la señorita que pronto iniciarán su pelea por la vida, deben preocuparse únicamente por los problemas de la nación, sino que sus obligaciones serán conseguir, en primer término, profesiones que les permitan trabajar con redoblado esfuerzo, con honestidad, y ocupar posiciones dignas en la sociedad.
Así podrán también contribuir al progreso y al cambio ascendente de esta Bolivia atrasada que requiere el aporte de todos sus hijos capaces, preparados, para salir del subdesarrollo y situarse en la vanguardia del mundo civilizado, que pasa y pisa.
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