Nietzsche tenía razón al decir que “no hay certezas, sólo interpretaciones”. Cuando se dice que “en el oriente boliviano todo el año se produce, sólo por falta de voluntad podemos ser tan pobres, en el altiplano es diferente; si hay helada, lluvia o granizada no hay alimentos, pero en el oriente no, sólo por flojos podemos hambrear”. Con una interpretación particular se diría: “la falta de alimentos en el altiplano está en complemento con la naturaleza, pero a veces la “divinidad” castiga a los altiplánicos por su soberbia; en el oriente, en cambio, son favorecidos, sólo por “flojos” hambrean. Como esta interpretación, otras son susceptibles en el campo del trabajo de los medios. Hay diversas formas de interpretar, es decir no se puede “uniformar” los pensamientos/interpretaciones.
En consecuencia llevar a juicio una interpretación -de conocimiento público- es cuando menos otro desliz de los que ostentan coyunturalmente el poder, de ser así se tendría que enjuiciar a miles de personas por sus interpretaciones (mensajeros) de los “mensajes” oficiales (emisores) influidos por sus valores socioculturales. Se debe advertir que los mensajes son interpretados o analizados desde distintos enfoques: fonológico, limitado por su núcleo acentual; morfológico, caracterizado por la posibilidad de su forma libre en la cadena hablada; funcional, dotada de unidades mayores: “flojera” y menores; “flojo”; semántico, que consiste en darle un sentido o significación al referente en un contexto.
Si tenemos en cuenta que un “mensaje” (titulares) genera una opinión (producto de la interpretación) y que se presume contrario a los postulados del MAS-IPSP y al denominado proceso de cambio, el “juicio” es una afrenta a las libertades constitucionales ya que estamos siendo inducidos a “interpretaciones flojas distractoras” por parte de un emisor oficial. Distractores que ya son recurrentes y que el pueblo advierte con claridad.
Pero los bolivianos en su función de receptores tienen derecho a interpretar de acuerdo con su esquema sociocultural y por ello, de ninguna manera éstas pueden ser “uniformes”. Si así fuera, entonces se estaría oficialmente reconociendo que la reflexión, comprensión, interpretación, carece de autonomía personal y democrática, y más bien sería una imposición, producto de una acción autoritaria y filo fascista. En consecuencia, pretender enjuiciar a tres destacados medios de comunicación es cuando menos una ofensa al sentido común de los bolivianos.
Esta falta de respeto estriba en que la diferencia entre el adjetivo “flojo” y el sustantivo “flojera” no es significativa, es más, el sustantivo “flojera” es incluso fonológica, morfológica, funcional y semánticamente más “suave” que “flojo”. Entonces, tal como lo ven los querendones de las “evadas”, éstos pretende que el pueblo analice/comprenda los mensajes oficiales denotando y connotando “flojamente” y con ello lo único que se logrará es incomodar a la autoridad que asuma -el ridículo- el reto de “enjuiciar” el entuerto semántico.
Por ello, casi estoy convencido de que es otro “distractor” de los estructurales y cruciales problemas en los que se debate el Estado partido. Pretender penalizar el trabajo (ético) periodístico de ANF, EL DIARIO y Página 7 que tonifica (informando sobre actos oficiales) la gestión gubernamental con su trabajo profesional, es cuando menos desconocer (in)conscientemente que los delitos en materia penal son “intuito” persona, o sea que sólo atinge a los autores, cómplices o encubridores directos.
Incluso está en contra de la CPE que en su Art. 106 dice: “El Estado garantiza el derecho a la comunicación y el derecho a la información, de opinión y de información (…) a emitir libremente las ideas”. El Art. 107 asienta que (…) los principios a la información y las opiniones emitidas a través de los medios de comunicación social (…) serán autorregulados (…) mediante su ley (de imprenta). Por ello, probablemente, Mario Espinoza, conductor del programa “Acoso Textual”, reconoce (interpreta): el “juicio” es sólo una señal de la debilidad que tiene el Gobierno por “hegemonizar” la información.
Reitero, este entelético “juicio” es una cortina, una distracción más de la anomia en la que está entrampado el país, al cual se suma un principal adláter del Estado partido, que fungió como Presidente del Tribunal Electoral Plurinacional, que reconoce que dado el actual estado de anomia normativa en la materia, sólo quedará recurrir al Tribunal de Imprenta, a un tribunal de ética periodística para una sanción moral o seguir desdeñando al mensajero. Entonces el juicio es otro distractor que debemos superar los bolivianos.
El autor es Director del Centro de
Investigación, Servicios Educativos y de Comunicación (CISEC).
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