Jorge Sanjinés en “Insurgentes” relata que los indígenas en continua rebelión van al triunfo. Opino que objeta la realidad mundial y la conformación de clases entre los mismos indígenas; varios ya pertenecen a una cierta burguesía que no vacilará en actuar como la desposada de José Manuel Pando. En lo cotidiano ya están a merced de la TV, los aparatos electrónicos, vehículos modernos, que son instrumentos poderosos en “La diversidad asediada”, descrita por Pedro Susz.
Son parte de una nueva burguesía proveniente del régimen simplificado, coca excedentaria, contrabando y de los alimentos pasados o traficados. Antes sumergida, hoy es dueña de bienes inmuebles en los mejores barrios de las ciudades y sus hijos frecuentan los Cinecenters y Megacenters, espacios con importante rol de inclusión, aparte de lo que viene de un cambio político. Son mestizos en su aculturación citadina, aunque de raíces indígenas en búsqueda del poder, gracias a Villarroel, Túpac Catari, Bartolina Sisa y Zárate.
Lo que Sanjinés no dice es que los indígenas ya en la época de la conquista se traicionaron y antes de ella, por ejemplo, los aymaras expulsaron a los urus de sus territorios, obligándolos a vivir sobre el lago Titicaca. Después, desde el comienzo de la República los indígenas de las comunidades también cuestionaron a sus caciques, tema muy bien estudiado por Sinclair Thompson en su “Cuando sólo reinasen los indios”.
También que las paces de Patamanta quebraron la unidad de los que apoyaron a Túpac Catari en su cerco a La Paz, los que al final hicieron sufrir más a los mestizos locales, que a los pocos descendientes directos de los españoles, lo que terminó en otra traición, su captura y ejecución, conforme lo escribe Maria Eugenia del Valle en Su “Historia de la Rebelión de Túpac Catari”.
Zárate por su lado, es rechazado por los de Umala, quienes se pusieron abiertamente al lado de Pando. Ramiro Condarco Morales refiere este hecho en su obra maestra, Zárate, el “temible” Willka. Pero con una gran laguna: ni siquiera una cita a Carmen Huarachi Siñani de la nobleza aymara, cuyo matrimonio con Pando explica el íntimo relacionamiento de éste con los aymaras y por qué éstos lo idolatraban como “Tata” Pando. Ella siente amenazado su patrimonio, después que las huestes de Zárate colaboran en la victoria de Pando sobre los Alonsistas y comienzan a invadir haciendas, incluidas las de sus caciques, a favor de sus comunidades. Además que “no se debe olvidar que en el curso de la guerra civil, hubo familias indígenas a las que la población nativa hostilizó y exterminó. Tal es el caso de la familia Huarachi de Ancocalla en Carangas, literalmente acabada”. Por lo que Pando decide frenar a Zárate.
El triunfo no pertenece a los personajes principales de “Insurgentes”, sino a la nueva burguesía que se quiere occidentalizar, manteniendo muchos su cariz original de indígenas para sacar provecho del Estado.
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