Santa Cruz no va a naufragar ni nadie la va a hacer retroceder. Ni gobiernos ni personajes, por arteros que sean, podrán detener el progreso cruceño, aunque es cierto que lo están dificultando, le están poniendo trabas. Pero una ciudad que está próxima a los dos millones de habitantes -ojalá que no fuera cierto-, capital del departamento más grande de Bolivia y de las tierras más fértiles, no tendría por qué preocuparse.
En este 24 de septiembre, cuando se celebra un aniversario más de la gesta libertaria, podríamos estar todos reunidos en torno a los actos cívicos promovidos por la Gobernación y el Municipio, a las expresiones folklóricas, a los bailes, y a la enorme Feria Internacional a donde acuden cientos de miles de personas de todo lugar y condición social. Sin embargo, eso no será posible por el enrarecido ambiente político reinante en el país y el departamento, que, con excepción de FEXPOCRUZ que tiene asegurado su éxito, anuncia un sabor amargo.
Este panorama sintetiza lo que es la Santa Cruz actual: un desbarajuste político calamitoso por un lado, con una marcha incontenible en el aspecto económico por el otro, gracias a su modelo productivo que todavía no ha podido destruir el actual gobierno. La ciudad, sobre todo, ha llegado al colmo de la desunión, y ahora las autoridades elegidas por el voto popular están siendo avasalladas por los perdedores del MAS o capturadas a título de aliadas.
El gobernador Rubén Costas vive en permanente zozobra amenazado con juicios pérfidos de la justicia masista que desespera por escamotear la última gobernación opositora; y el alcalde Percy Fernández transita por un momento lamentable, enfrentado inconcebiblemente con la prensa, pero, lo más grave, habiendo cedido en complicidad la presidencia del Concejo Municipal a un militante del MAS. Costas ha resistido a sangre y fuego el asedio oficialista; sin embargo, el municipio cruceño se ha enfrascado en una lucha interna fratricida, que nadie logró entenderla nunca, donde la legalidad y la legitimidad han salido destruidas, dando paso a un gobierno masista espurio que sólo tiene tres concejales y el poder que le cayó del cielo. El único que no está ahogado por el acoso y el desbarajuste, es el presidente del Comité Cívico, Erland Vaca Díez, que grita su verdad a todo pulmón, salvando la dignidad que nos queda, aunque el Comité ya no cuenta con el respaldo que antes tuvo de las instituciones cruceñas.
¿Cómo festejar un 24 de septiembre en esas condiciones? Es del todo imposible hacerlo a plenitud. Hasta ahora se sabe que para la Sesión de Honor que presidirá el masista Saúl Ávalos, no asistirá ni el gobernador Costas, ni el presidente cívico Vaca Díez, ni el jefe de la bancada parlamentaria, Moisés Salces. Pero la Alcaldía ya ha convidado con cohetes y matracas para que vayan otros actores, aunque no sean cruceños, como las “bartolinas” y las cabezas de federaciones sindicales y movimientos sociales en pleno. Se adelantó el carnaval en Santa Cruz. Pero se bailará tinku en el Concejo.
Esto significa que este 24 de septiembre los cruceños tendremos que escuchar, por primera vez en mucho tiempo, voces que no desperdiciarán tan magnífica circunstancia para lanzar sus mensajes políticos, zahiriendo a quienes fueron elegidos por los votos. Tendrán el camino libre los masistas y sus colaboracionistas cambas, para decir lo que les plazca, ante un cruceñismo enfurruñado y agraviado que no ha sabido hacer las cosas bien y al que le ha faltado agallas. Hay que decir la verdad.
Políticamente agraviados los cruceños en este 24 de septiembre, lo único que nos alegrará y devolverá el optimismo será la FEXPOCRUZ, donde se verá la real potencialidad de la región, al margen de triquiñuelas políticas. Ahí estará la verdadera fiesta septembrina y no en las ceremonias edilicias, huérfanas de legalidad. Ahí, en la Feria, se podrá mostrar el esfuerzo de los cruceños y de los compatriotas que vienen y viven en Santa Cruz con el ánimo de hacer crecer a la Patria y no de encaramarse gratuitamente reclamando dividendos de lo que jamás ayudaron a sembrar.
No debemos olvidar en este 24 de septiembre, cuando ocupen la testera municipal los gobernantes de turno, mostrándonos espejitos y chaquiras de colores, que son ellos quienes han puesto trabas a nuestras exportaciones perjudicando nuestro comercio mediante inaceptables cupos; que son los que en sus peleas internas provocan los bloqueos que se enseñorean en nuestros caminos; que alientan la invasión de tierras productivas legalmente adquiridas dizque para acabar con el latifundio; que nos sojuzgan con una justicia infame, elegida por masistas; que nos han embarrado la cara con el narcotráfico.
Pero hay algo más: que se autoproclaman “colonos” para tomar las tierras que tienen que ser colonizadas, las nuestras. No se compra la tierra, lo que estaría bien, se la toma despojando a otros. Es decir que los “hermanos” vienen impulsados por un afán de rapiña, casi tanto como cuando S.E. acusa plañideramente a los conquistadores españoles de hace cinco siglos.
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