Las economías de Brasil y Argentina muestran facetas preocupantes porque, créase o no, la crisis está en sus puertas tanto porque exportan menos como porque no siempre pueden cumplir sus compromisos con otros países, caso de las compras de gas natural licuado (GNL) de Bolivia y Argentina porque prefiere pagar sus importaciones con la intención de asegurar su propia producción industrial; es decir, cancelar sus obligaciones con lo que produzca y no con divisas.
Pero lo más preocupante en nuestro caso sería si podremos cumplir a cabalidad los contratos de venta de gas a esos países, tanto porque Brasil utiliza lo que nos compra tan sólo para el funcionamiento de fábricas de urea que están en funcionamiento y su producción interna de gas es suficiente para cubrir sus necesidades, sin tomar en cuenta que cuando se haga realidad la producción de los yacimientos pre-sal – proyecto casi inminente –, con seguridad que las demandas serán cubiertas ampliamente sin necesidad de importar más gas ni de Bolivia ni de otros proveedores.
El caso de Argentina, aunque con diferentes características, en el fondo es el mismo: ya no tendría interés en construir el gasoducto proyectado para sus importaciones de gas boliviano porque no cabrían inversiones para pagar lo mismo o más por el millón de BTU ($us. 12 dólares) gas que, en definitiva, cuesta lo mismo que comprándolo de Bolivia. Por otro lado, hay preocupación por la falta de divisas y ello implicaría que los pagos a Bolivia se difieran casi permanentemente porque, en criterio de las autoridades económicas argentinas, “es preciso restringir gastos de dólares en importaciones”.
Aparte de todo ello, hay que tener en cuenta que Argentina, al igual que Brasil, en cualquier momento puede revelar realidades de sus reservas de gas que, si se confirman en las cantidades precisas, alcanzarían para cubrir sus demandas internas.
Finalmente, hay que reconocer que en nuestro país no andan tan bien las cosas como para sentirnos optimistas en relación con las ventas que muchas veces se las tiene que restringir por la poca producción. Por otro lado, aún no existen las cuantificaciones definitivas sobre las reservas que, de ser muchas, podrían tranquilizarnos no sólo porque se garantizaría la exportación a los dos países y, sobre todo, alcanzarían para cubrir la demanda interna, como es la provisión industrial, el reemplazo de la gasolina en los automotores y la provisión normal domiciliaria que aumenta continuamente.
Son, pues, muchas las razones para que nos preocupemos en relación con la seguridad que deberíamos tener para cumplir los contratos con Brasil y Argentina y para atender nuestras propias necesidades. Hay urgencia por conocer cuál es nuestra realidad en el campo de las reservas, para pensar inclusive en el plan tan largamente anunciado de la industrialización del gas, un proyecto que se hizo sueño desde el año 2006, cuando fueron dictadas medidas para la “nacionalización”.
Es urgente que el Gobierno se atenga a realidades y, examinadas ellas, en un futuro inmediato informe al país con verdades porque es tiempo de conocer todo lo que le concierne. Nada se gana ocultando o minimizando realidades que si se las conociera más tarde, sus consecuencias serían más graves en nuestra economía.
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