OPINIÓN
Intentamos en nuestra redacción como creemos que corresponde, no dejar temas inconclusos. Los únicos a los cuales no llegamos y no les presentamos conclusiones, son aquellos cuyas resoluciones quedan suspendidas por las mismas instituciones o personas responsables de brindar las respuestas correspondientes.
Ayer valorizamos el gran trabajo que realiza la familia de Nissan que, como empresa privada, incentiva la competencia en el fútbol en categorías menores, organizando un torneo de dos meses de duración con partidos diarios. Nos comprometimos, desde un punto de vista propositivo, a sugerir la corrección o cambio de actitud de algunos jugadores y padres de familia.
Es un hecho que, tratándose de la participación de niños jugando al fútbol, esto sirva ante todo para divertirse, que el ser integrante de una selección de cualquier colegio los llene de orgullo y alegría y comiencen a valorar el premio al esfuerzo. Sin embargo hay un par de temas que sucedieron años anteriores y en esta versión esperemos que no se presenten. El primero es la falta de control y la falta de respeto a la autoridad o a sus profesores por parte de algunos equipos; esto es básico. Si a los profesores, directores técnicos o profesores de educación física les faltan al respeto, gritándoles, no haciéndoles caso y hasta en algunos casos insultándolos, menos respetarán al árbitro de un partido; el ver a chiquilines amontonando, presionando, empujando, insultando, agrediendo a los jueces que pueden equivocarse poco o mucho en sus decisiones es lamentable, negativo, criticable y vergonzoso. Sin ánimo de justificar, uno puede tratar de entender que las hormonas les están rebotando en el cerebro por la edad y la explosión de un reclamo se debe a grandes dosis de adrenalina o cosas por el estilo.
Lo que es peor, en este segundo punto siempre exigimos medidas drásticas a los organizadores, son los papelones que algunos padres de familia protagonizan en ciertos partidos. Quienes se suponen tienen que imponer equilibrio y control… son los primeros en ponerse a la altura de los changos. En versiones anteriores inclusive agredieron de tal manera a un árbitro que le partieron una ceja producto de varios golpes asestados. ¿Cuál es el ejemplo de padres agresivos y montoneros a un grupo de jovencitos en plena formación, que tal vez sean sus propios hijos? la respuesta es lógica e inmediata: el peor.
El tenerlos al borde de la cancha gritando “Si nos vas a correr a qué has venido”, “corré…ca.…jo…corré”, “árbitro hijo de la señora Cuca” y un sinfín de frases parecidas, lo único que ocasiona es poner nerviosos a los chicos y mermar su rendimiento y su autoestima. Si piensan que gritando como desaforados hará que la producción de los aludidos mejore, ocurre en porcentajes mínimos, y molesta, de mala manera, a casi todo el mundo.
Este es un torneo para que los chicos se diviertan, no para que se martiricen. Se trata de introducirlos en niveles de competencia sana, no para entregar copas a los papás más renegones, mal hablados o agresivos.
La Copa sigue siendo un éxito total y tanto esfuerzo y trabajo no puede empañarse por un par de gorilas. Espero que esto sirva simplemente como un llamado de atención.
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