Punto aparte
El verbo altisonante, iracundo y agresivo no conduce en caso alguno a resolver un diferendo. Una vez que no se puede por la imposición de las armas, el único recurso es la diplomacia. Y en este caso, las palabras tienen que ser medidas, para no dejar de decir lo que se quiera demandar. Entonces, sólo cabe la negociación amistosa.
El presidente Evo Morales tuvo la oportunidad de persuadir, no conminar, en su diálogo de cuatro años con la ex presidenta de Chile, Michelle Bachelet, para obtener la ansiada salida al mar. Nunca dio un informe al país sobre cómo se desarrolló esa prolongada gestión, de ahí que sólo quedan los trascendidos y las conjeturas.
En las negociaciones de Charaña (1975-78) y del “Enfoque Fresco” (1986-87), Bolivia presentó propuestas que lograron avances significativos.
Algo que se publicó es que en el primer año del diálogo, la presidenta Bachelet advirtió clara y definitivamente que cualquier concesión territorial que hiciera su país sería sin soberanía, pero sí con la suficiente autonomía como para accionar como en terreno propio.
En caso de que aquella advertencia hubiera sido cierta, por qué Morales continuó el diálogo, si no era aceptable alguna otra fórmula intermedia. Y fue su propio gobierno el que se amarró las manos para una eventualidad de esa naturaleza, al incluir en la nueva Constitución que la salida al mar debe ser con soberanía plena.
O sea que fueron tres años perdidos, después de la notificación chilena de que no habría soberanía. Si bien se redactó una agenda de 13 puntos, cuando se dio el portazo a Chile, el 24 de marzo de 2010, anunciando el Presidente que se apelaría a la justicia internacional, para conseguir lo que no se pudo concretar en el diálogo de 4 años. Incluso, oficialmente se dijo que tampoco se avanzó en punto alguno de la agenda de 13 puntos.
Hubo otro chance, al inicio de la gestión del nuevo presidente chileno, Sebastián Piñera, con el que Morales llegó a jugar un partido de fútbol, lo que sólo puede suceder como expresión de amistad y acercamiento mucho mayor al que se alcanza en los salones de negociación.
La presentación en la ONU pudo ser la oportunidad propicia para enmendar los yerros, presentando una propuesta formal sobre la demanda marítima. En vez de ello, se optó por la intemperancia verbal para intentar comprometer el “acompañamiento de la comunidad internacional” y que la ONU coadyuve a solucionar el problema marítimo de Bolivia, con mecanismos pacíficos.
En tantos años e incluso negociaciones propiciatorias de llegar a un acuerdo, se pudo constatar que la comunidad internacional, incluyendo a la OEA (Organización de Estados Americanos), es ajena, si acaso no indiferente, a un pleito entre países vecinos.
Pero nunca es tarde para la enmienda y la cordura en la relación internacional. El lapsus de la ONU hay que trocarlo por la búsqueda de la buena vecindad. Y éste se está produciendo de ambas partes, pese a ciertas acritudes verbales que es mejor olvidarlas, apelando a la serenidad y a la madurez.
Es endeble partir del planteamiento de revisar el Tratado de Paz y Amistad suscrito entre los dos países en 1904 -no 1909, como dijo Morales en la ONU-, aduciendo el libre tránsito. Recientes informes del IBCE (Instituto Boliviano de Comercio Exterior de Bolivia) indican que por el puerto chileno de Arica se movió, en el primer semestre del año, el 73% de la carga boliviana, de exportación e importación. Además, por Antofagasta se exporta diariamente el caudal de minerales que produce la mina San Cristóbal. El FC Arica-La Paz, pese a la excesiva demora, está siendo reparado por el país vecino, de modo que en poco tiempo más podría reiniciar operaciones.
La mención de aquel propósito fue expuesto el jueves, en rueda de prensa, por el canciller Choquehuanca. Empero, lo más importante que manifestó es: “Cuando el Presidente decide establecer y constituir una Dirección Estratégica de Reivindicación Marítima (Diremar), decimos que nosotros vamos a explorar otras alternativas, pero nunca vamos a cerrar el camino del diálogo. El discurso del Presidente en las Naciones Unidas está en ese espíritu”.
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