La ciudadanía de la ciudad de La Paz se ha caracterizado por brindar una cálida recepción y estadía a todos los hermanos que la visitan, sean del interior del país o del exterior.
Sin embargo, de algunos sectores sociales del interior del país o provincias no recibimos la misma respuesta y respeto a esta ínclita ciudad que los cobija,
Intrusos o inadaptados golpean al que quieren, no dejan circular a personas o vehículos que nada tienen que ver con sus problemas, lanzan dinamitas, petardos de alto nivel, se dan el lujo de destrozar las calles, hacen temblar casas y edificios, causando daño económico y atemorizando a las personas.
Nadie defiende a la ciudad de La Paz, ni los policías ni el Ejército ni la Gobernación o la Alcaldía, ninguno sale en resguardo de la propiedad común o privada y de sus habitantes. Las organizaciones vivas que dicen existir, desaparecen. Dónde están las famosas Juntas Vecinales que representan a La Paz, asociaciones de comerciantes, sindicatos de choferes, de salud, magisterio urbano, etc. Todos aparecen para el desfile del 16 de Julio o del 6 de Agosto, o en las campañas para ser elegidos como dirigentes. “Nadie dice esta ciudad es mía, tengo que cuidarla, quererla y defenderla”. Los valores de respeto, disciplina o consideración al prójimo están despareciendo.
A los visitantes que llegan a La Paz, sea por motivos políticos, económicos, sociales o personales, les pedimos el mayor respeto, nada más. Si se trata de un reclamo contra alguien, que se busque directamente a esa persona y no se dañe a otras personas o bienes privados. De igual manera, si la demanda de una organización X es contra un Ministro o Alcalde, que busque a esa autoridad y no dañe a otras personas que nada tienen que ver con su problema.
La Policía y el Ministerio público tienen la obligación de identificarlos, situación que no es difícil de lograr en este Siglo XXI con la tecnología existente (filmación); está en sus manos disciplinarlos y sancionarlos conforme a la normativa penal, resarciendo los daños materiales, físicos y psicológicos a las personas. El dejar pasar con su forma de actuar de estas autoridades públicas, es actuar en complicidad.
De continuar sin respetar reglas de pacífica convivencia, estaríamos rumbo al salvajismo y retroceso del país, mostrando al mundo la poca civilización de Bolivia, donde el más fuerte abusa del débil o indefenso.
A los dirigentes de la FEJUVE les sugiero que cuando lleguen organizaciones sociales vayan al encuentro y dialoguen con sus dirigentes, que entiendan que La Paz les da la bienvenida, sin embargo que sus marchas en las calles sean pacíficas y controladas, porque esta ciudad y sus habitantes merecen respeto.
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