Desde inicios de la década de los años 60, los países de América Latina han intentado procesos de integración: en primera instancia nació ALALC (Asociación Latinoamericana de Libre Comercio); como si la denominación produjera milagros, se cambió a ALADI (Asociación Latinoamericana de Integración) y, al calor de estos “procesos”, surgieron los subregionales hasta la llegada del MERCOSUR (Mercado Común del Sur). Cada uno de los procesos regionales hizo intentos por unirse y conformar un bloque que permita “asociarse para lograr, conjuntamente, mercados para su producción”. La verdad es que muy poco se logró.
Hace pocos meses surgió la idea de conformar la Alianza del Pacífico Latinoamericano, integrada por Chile, Colombia, Perú y México, con el intento de hacer lo que otros procesos no lograron. Los cuatro países cuentan con las condiciones de producción necesarias para conformar un bloque interesante y que, comparado con otros intentos, podría conseguir éxitos, especialmente si no hay la dinámica necesaria para el resurgimiento de MERCOSUR, ya que si sus integrantes se proponen, podrían conseguir lo tantas veces intentado.
La nueva alianza de integración consideraría la incorporación de Panamá y Costa Rica que, comparativamente con lo que ocurría hace una década, cuentan con economías bastante sólidas y un índice de producción que podría competir con la de otros países. El espíritu que anima a los cuatro países se basa en el hecho de que en algo más de tres décadas han disminuido sus altos índices de pobreza, atraso y dependencia. Están convencidos, además, de que pueden competir en igualdad de condiciones con el proceso que reúne a grandes como Estados Unidos, Canadá y México que, con gran ventaja, han podido solucionar sus diferencias y conformar el NAFTA que hizo frente, con gran éxito, a la “invasión” europea que, desde la creación del Mercado Común Europeo, ha hecho cambiar las variables económico-financieras y comerciales del mundo.
El MERCOSUR, al que pertenece Bolivia, si retoma los entusiasmos y corajes demostrados en los primeros años y, sobre todo, conserva la unidad y un espíritu emprendedor y competitivo, podría hacer frente a lo que intentará la Alianza del Pacífico Latinoamericano que tiene un PIB de 2.75 billones de dólares frente a los 3.64 billones de dólares del MERCOSUR. Lo más importante sería que los países integrantes del viejo proceso entiendan que no deben actuar al amparo de fantasías, sino sobre la base de realidades de cada uno. En este campo, tendrían muchas posibilidades los países que conforman el nuevo proceso y que consiste en mostrar un liberalismo moderno, pero seguro de lo que tiene que hacer, entendiendo, además, que su fundación implica invitación a otros países que cuentan con costas sobre el Pacífico.
Lo que correspondería ahora es que Bolivia decida qué va a hacer, especialmente si no cuenta con una producción que le permita hacer efectiva su permanencia en el MERCOSUR. El Gobierno tendrá que dar pasos importantes para definir lo que vaya a hacer y con qué se va a presentar a cualesquiera negociaciones que realice la institución integradora. No cabría hablar sobre entrar en la organización del Pacífico porque no contamos con una costa que nos permita ser competitivos al ofrecer lo que produzcamos y, de todos modos, estaríamos a la zaga de los demás países.
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