En los comienzos del cristianismo, importantes núcleos humanos convivían con férrea unidad, por nexos espirituales e inquietudes religiosas, compartiendo pan y techo, alegrías y tristezas, con una solidaridad sin precedentes en la historia de la humanidad.
En consecuencia habían renunciado a la riqueza y se resignaron a vivir en pobreza. En ese marco se propusieron construir una sociedad sin diferencias, con igualdad y equidad, por el bien común, inspirada básicamente en la solidaridad con el prójimo, cualquiera fuera su condición social.
Empero los tiempos han cambiado, la mentalidad de los mortales también y, asimismo, aumentan las actitudes en contra de esa generosa manifestación humana. Se impuso la indiferencia e indolencia, obviando el sentido de dicho gesto, cada quien busca satisfacer su apetito. Y el dicho popular “hoy por ti, mañana por mí” ya no se lo practica con frecuencia en el mundo.
Ante esta realidad es muy importante la promoción de la persona, de la sociedad, para posibilitar la transformación social, con la aplicación de un programa político propio de los bolivianos y de nuestros tiempos, como una prueba de solidaridad. Necesitamos retornar al camino de la solidaridad con nuestros semejantes, particularmente con quienes demandan mejores condiciones de vida.
Debemos liderar las acciones con alto sentido social, relegando prácticas sectarias y de imposición, pensando en el bien común. Ciertamente urge alentar la solidaridad, en tiempos de bonanza o crisis económica, compartiendo dichas y desdichas, avances y retrocesos, pero con la histórica proyección de hacer realidad la igualdad de acuerdo con las exigencias del momento histórico. Que la solidaridad enriquezca la cultura de la vida, con más fuentes de empleo y una amplia y oportuna cobertura en los campos de educación, salud y servicios básicos. Si no lográramos estos objetivos, viviremos frustrados ante la historia y los hombres.
Por ello los actores políticos y sociales del país deben suprimir pugnas innecesarias y odiosas discriminaciones, buscando, como propósito supremo, construir un mundo mejor y con oportunidades para todos. Entonces la gratitud emergerá a favor de aquéllos cuya imagen ahora está muy deteriorada.
Y para emprender acciones solidarias se requiere sensibilidad social, la que debe prevalecer sobre todas las cosas materiales. Quienes carecen de aquélla difícilmente podrán preciarse de solidarios. En suma: los habitantes de países pobres o ricos, subdesarrollados o desarrollados, están conminados a movilizarse en búsqueda de solidaridad, a fin de recuperar la cultura de la cooperación mutua, o en versión nativa el “ayni”, que nos permitirá construir un futuro con igualdad, paz y concordia.
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