En su último discurso en el 67 período de sesiones de la Organización de Naciones Unidas (ONU), realizado en la sede de esa entidad internacional el 26 de septiembre pasado, el presidente Evo Morales volvió a criticar al sistema capitalista y, entre otras palabras, dijo “me alegra muchísimo”… “la rebelión contra el sistema capitalista”… “no hay que tener miedo al imperio ni al capitalismo”… “estamos viviendo tiempos de crisis del capitalismo”. Así mismo manifestó que “somos un gobierno y un pueblo antiimperialista y anticapitalista”.
Pero mientras en la ONU el Presidente hacía esas afirmaciones, en la realidad histórica boliviana se estaban registrando hechos contrarios a esas apreciaciones, como el desarrollo de grandes huelgas, toma de minas, bloqueos de caminos y ciudades, etc., a lo largo y ancho de todo el país, por parte de decenas de “cooperativas”, organizaciones que practican y exigen formas capitalistas de economía y no luchan por el socialismo y, a la par, buscan poner fin a los grandes saldos de esclavismo y feudalismo que sobreviven amparados por disposiciones constitucionales y legales.
Se debe agregar que detrás de ese movimiento social masivo (si se quiere “pequeño burgués”) estaban también en rebelión otras organizaciones de tipo capitalista que llevan los nombres de “sindicatos”, “federaciones”, gremios y otros que nada tienen (en el verdadero sentido del término) de sindicatos, porque no están formados por obreros asalariados desprovistos de toda clase de propiedad, sino más bien son campesinos propietarios de tierras, camiones, taxis, máquinas, artesanías o son contrabandistas prósperos, cocaleros, comerciantes, etc., todos los cuales están empeñados en un proceso de enriquecimiento y ascenso social que tiene origen a mediados del siglo pasado.
El movimiento “cooperativista” de septiembre fue en su contenido económico de carácter capitalista y nada tuvo de socialista. Se trató, en todo caso, de un capitalismo darviniano que sobrepasó al Gobierno y a la COB y, a la par, tiene una agresividad y fuerza que supera todo cálculo. Inclusive pasó por encima de los esfuerzos del capitalismo estatal que intenta el Gobierno y cuyos resultados sólo sirven para fortalecer el capitalismo privado de los pequeños propietarios que integran las llamadas cooperativas, etc.
En realidad, atacar en Bolivia al capitalismo nacional y campesino (que está en pleno proceso de “nacimiento” y desarrollo) y proponer el socialismo, no es realista. Más bien es extraño oír a un “marxista-leninista” afirmar que ese “socialismo” es posible, sin conocer y aprovechar las conquistas de la cultura y la técnica creadas por el capitalismo. Así mismo, es verdaderamente imposible crear un sistema socialista sin tener en cuenta los conocimientos de las empresas capitalistas, ya que es sabido que el socialismo no es un invento de algún demiurgo, sino consiste en saber aprovechar y aplicar todo aquello creado por la tecnología y la sabiduría del sistema capitalista, técnica y conocimientos que no se puede sacar de ninguna parte que no sea de los grandes especialistas del capitalismo que desarrolló de manera gigantesca las fuerzas productivas.
En esa forma, el anticapitalismo de palabra en Bolivia es más un argumento de aficionados a gestos efectistas, que va por un lado, mientras la realidad socioeconómica del país marcha, pese a la oposición oficial, de manera inevitable e ineluctable en sentido contrario.
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