Una ley gastronómica

Siempre fui un bon gourmet, y como tal un experto en la adquisición de comestibles en los mercados de las ciudades en que viví: Madrid, París, Cochabamba y La Paz, aunque debo confesar que en ésta última concurrí menos a los mercados porque mi comadre se encargó de tales tareas sin admitir mi control en materia de precios y la confección de menús.

Esa mi exclusión de tales tareas me dolió, aunque me di cuenta de que mi comadre, por ser cholita, utilizaba mejor que nadie sus relaciones en los mercados paceños, pues casi todas las “caseritas” le adeudaban capital e intereses por los préstamos que Macacha les otorga, actividad que yo superviso desde una distancia prudente.

De esa manera llegó la referida a mi domicilio bastante tarde y lo primero que hizo fue protestar por la elevación de precios en los comestibles que adquirió, lo cual parece importar un rábano a nuestras autoridades locales y nacionales que parecen vivir en el mejor de los mundos, lejos de la aflicción de nuestras amas de casa.

Mientras mi pariente espiritual me rendía cuentas por la compra de cuatro verduras, algunas legumbres y un poco de carne, se iluminó el rostro de la cholita cochabambina y me dijo alborozada: “le cuento, compadre, que nuestros legisladores muy pronto dictarán una ley declarando Patrimonio Cultural del Estado Plurinacional a la Gastronomía Boliviana, para evitar que otros países del mundo puedan apoderarse de la invención de nuestra deliciosa comida...”.

Y batió sus palmas encima de mi cara, mientras mi perplejidad crecía a cada instante ante una ley que ocupa el tiempo y la inteligencia de nuestros sabios legisladores.

Cuando pude hablar dije tímidamente a mi comadre: ¿acaso no le parece a usted que hay decenas de leyes más importantes que esa que a usted la entusiasma, como una Ley de Minería, cuya inexistencia ha paralizado al país casi un mes, causando a Bolivia la pérdida de millones de dólares?

MI comadre –que es inteligente- bajó la cabeza en señal de asentimiento y reconoció que declarar Patrimonio Cultural del Estado Plurinacional a la Gastronomía Boliviana era una cháchara insustancial frente a otras leyes que precisa Bolivia y los bolivianos.

Nos reconciliamos y la cochalita me sugirió entre risas que no se incluyera como componentes de nuestra gastronomía a las salteñas que son muy ricas, pero que fueron traídas al país por argentinos que huían de una dictadura.

Aproveché el momento para decirle en la oreja que nuestro delicioso fricasé es un plato francés que -según una enciclopedia francesa- ya existía en ese país, como un plato post nupcial.

Macacha comentó sonriente que “las ricas tucumanas” tampoco fueron inventadas por nuestra gastronomía.

Para no exagerar y como pidiendo disculpas por una ley tan folclórica, nos fuimos a comer un “sillpanchu” en el “Palacio del Sillpachu”, donde tendría que ser promulgada.