Menudencias
Juan León Cornejo
Este jueves concluyen las campañas para las elecciones del domingo en Venezuela. Casi 19 millones elegirán ese día entre Hugo Chávez, con 14 años de gobierno a cuestas, y Henrique Capriles, que llega con banderas de cambio.
Por primera vez en nuestra historia, una elección en Venezuela tiene importancia particular para Bolivia. Igual que para el resto del continente, por sus repercusiones políticas. Guste o no, Chávez se convirtió, a fuerza de “petrodólares”, en cabeza visible de un proceso de cambios cuyos desaciertos, errores y atropellos se justifican bajo el rubro de “socialismo del Siglo XXI”. Si Chávez pierde, la marcha hacia ese objetivo de norte todavía incierto cambiaría de ritmo.
Veamos un poco, a vuelo de pájaro. Con Capriles presidente, el
primer gran perdedor fuera de fronteras sería Cuba, al dejar de recibir 100.000 barriles diarios de petróleo a precio preferencial. Ese es un apoyo vital para La Habana, considerando la difícil situación económica de la Isla. Venezuela recibe a cambio médicos y maestros cubanos. Pero sobre todo banderas ideológicas que le permitieron a Chávez justificar hasta ahora cualquier acción, allende sus límites. Su derrota repercutiría también en el sur, donde hay ya aspirantes a heredar el liderazgo de Castro, primero, y de Chávez, después. Correa, por ejemplo. Habría también que revisar el futuro de ALBA, de Telesur y de otras organizaciones afines.
En nuestro país, el impacto sería múltiple. Desaparecería seguramente el flujo de los petrodólares que alimentaron el plan “Bolivia cambia, Evo Cumple”, que publicitan las gigantografías. Pero sobre todo habría que comenzar a pagar o revisar las condiciones de la deuda de mayor crecimiento de los últimos años. A la obvia repercusión ideológica y sus consecuencias políticas negativas habría que añadir la desaparición del asesoramiento en seguridad e inteligencia política, vital en tiempos de turbulencia y sobre todo en la perspectiva de las aspiraciones de reelección presidencial.
Al margen de los deseos e intereses de unos y otros, esa posibilidad no es lejana. Al cierre de campañas, las encuestas dan ganador a Chávez. Pero es diferente la lectura de los sentimientos de la gente, que los números no reflejan. Hasta la última elección, la mayor preocupación de los venezolanos era la inseguridad ciudadana, seguida de la cuestión económica.
La situación es hoy a la inversa. Antes, el clima del electorado era de franco optimismo. Hoy es de acentuado pesimismo. A la gente la agotó una década de discursos agresivos y de confrontación. La mayoría cansada reclama tregua. Son datos para suponer, pues, que puede cambiar el escenario. Pero hay también, lamentablemente, antecedentes como para pensar en una patada al tablero.
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