Hay verdades que pesan en el ambiente y, aunque no se las sienta (o no se las quiere reconocer) por intereses creados, crean situaciones conflictivas en la población y despiertan susceptibilidades en quienes querrían trabajar en Bolivia. Una de esas verdades es la referida al efecto de las estatizaciones y hasta las amenazas para llevarlas a cabo.
Nacionalizar, estatizar, son términos en boga que lastiman el sentir de la misma economía, porque implican ambos términos desahucio de toda intención de trabajar en libertad, producir y desarrollar al país mediante la oferta de bienes y servicios; pero para eso se requiere no sólo capitales financieros sino capital humano debidamente preparado, experimentado y que no sólo aplique sus conocimientos, sino que, al unísono de todo ello, disemine conocimientos y experiencias entre empleados y obreros.
Las circunstancias en las que se desenvuelve nuestro país, las posiciones radicales de algunos grupos que buscan llegar a los extremos del socialismo de izquierda y también la ausencia de definiciones del régimen, determinan una situación difícil de vivir con tranquilidad. El país requiere, desde hace varias décadas, y mucho más en los últimos siete años, fuertes inversiones, propiciar y despertar confianza en el capital teniendo en cuenta que es temeroso, desconfiado y susceptible a las mínimas variaciones políticas que puedan presentarse.
Si hay condiciones negativas por la falta de garantías a las inversiones en relación con el capitalismo foráneo, en el país ocurre lo mismo, aunque con diferencias notables por las experiencias sufridas y que dan pautas muy claras sobre las susceptibilidades y desconfianza; no obstante ello, el empresariado privado ha sabido acomodarse a una posible “situación de cambio” que el Gobierno tendría el propósito de imponer, aunque siguiendo los caminos de un socialismo de extrema izquierda. Esta situación crea, innegablemente, resquemores que sería preciso despejar en aras de un nuevo acomodo a lo que puedan ser las medidas que garanticen las inversiones.
Vivimos tiempos en los que comprobamos las dificultades que hay para producir, crear más riqueza y proponer empleo a una gran masa de desocupados. Son tiempos en los que las exportaciones han disminuido por falta de producción y, en algunos casos, la pérdida de mercados –como en el caso del banano por los bloqueos producidos hace muchos años y que determinó el cierre de un mercado de consumo seguro, como es el argentino, que tuvo que recurrir a la producción del Ecuador – y la anulación de una ampliación de exportaciones.
Han pasado muchos años desde la desacertada adopción de medidas que atentaron contra la economía nacional y es tiempo de reponer garantías y retomar los caminos de un desarrollo armónico y sostenido. El Gobierno, por las experiencias recogidas, con seguridad que sabrá rectificar políticas y adentrarse en lo mismo que practica, el capitalismo; no hacerlo implicará que agravemos nuestra situación de pobreza y dependencia.
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