En el diario vivir, buena parte de la ciudadanía hace la siguiente reflexión: ¿por qué siendo un país tan rico, tenemos una economía muy pobre? La verdad es que las riquezas han quedado estáticas, los bienes de la naturaleza esperan políticas constructivas, inteligentes y acordes con las urgencias del país; pero, los diversos gobiernos, sean constitucionales o de facto, no han sabido cumplir con el país y, según datos de la historia, han “gobernado” en pro de sí mismos, “del partido” y para aprovechar y cubrir “el poco tiempo que podían tener de poder”.
Una crónica ausencia de conciencia de país, carencia de planificación, vocación de servicio y utilización de virtudes hechas valores han faltado casi siempre y, lo poco que se hizo fue circunstancial, momentáneo y hasta fruto de la casualidad. Hemos vivido tiempos llamados “revolucionarios” en los que, se suponía, habría cambios en las conductas, aplicación de medidas acordes con las urgencias que a diario presentaba el país; pero, todo se descuidó y no hubo ni la honestidad ni responsabilidad necesarias para encarar lo que había que hacer con decisión y sentido de bien común.
El año 1952, con el golpe iniciado por los militares y convertido en el proceso de la “revolución del 9 de abril” por el MNR, se pensó que efectivamente habría cambios y, para empezar, se anunció, más por demagogia y populismo, la “inminente nacionalización de las minas” con miras a lograr que “sirvan al país y dejen de ser arca sin fondo de los barones del estaño”. Se sabía que dos de esos barones eran bolivianos y habían demostrado ello con trabajo y tesón, con responsabilidad y sentido de servicio al país y, si no lo hicieron en la medida que podían y que era de desear, fue por diversas causas o, simplemente, por descuido de los mismos regímenes que no veían más allá de sus narices.
Fue el régimen movimientista el que, luego de nacionalizadas las minas y convertidas en “entidades de empleos para gentes del partido”, creó una burocracia que consumió lo poco que producían las minas y se llevó al barranco de los fracasos lo que podía ser, con la COMIBOL, una fuente de riqueza que diversifique la economía, sea medio para la creación de empleo y ser el inicio de una efectiva mejora de la situación económica del país; pero como “el partido”, los milicianos, las barzolas, las huestes que vivaban la egolatría de los “jefes movimientistas” sabían aprovechar muy bien las gabelas que otorgaba el régimen, nada o poco se hizo por derivar el proceso a algo constructivo y efectivo para cambiar las estructuras económicas y sociales.
Muchos historiadores y, sobre todo, economistas -caso muy meritorio del Lic. Francisco Xavier Iturralde-, cuyos análisis son acordes con las realidades vividas y sufridas por el país, muestran situaciones que, “grosso modo”, podemos señalar: “Afirmar que Bolivia tenía su independencia económica conseguida durante los 50 años pasados es una equivocación. ¿Acaso no fue en ese período que los movimientistas asaltaron a los ahorristas privados y muchos desfalcaron al Estado con deudas que no pagaron a bancos estatales liquidados, como Banco de la Vivienda, Agrícola, del Estado, etc. o a bancos privados que pasaron deudas de sus prestatarios al Estado, como la de los ganaderos benianos al Banco do Brasil?”. Señala el mismo economista, absolutamente coincidente con la verdad, “…ante una súper de Bancos ciega, los banqueros privados se otorgaron créditos vinculados con dinero captado del público, al final devuelto por el BCB”. Mucho habría que agregar con los casos de deudores al Banco Agrícola y Banco del Estado que no siempre honraron sus obligaciones.
Sin embargo, luego de doce años de fracasos rotundos, el propio jefe del MNR -aunque después de haber causado mucho daño al país- en concomitancia con ADN, frenó el proceso hiperinflacionario con el decreto 21.060, aún hoy vigente, y demostró que era posible “sacar a Bolivia del profundo pozo en que había sido puesta por acciones políticas irresponsables con el título de “independencia económica”. El 21.060 fue el iniciador de buenas políticas económicas y, así se llegó a que “…hubo más inversiones en la explotación de hidrocarburos, lo que permitió un usufructo posterior, igualmente corresponde reconocer que los grandes proyectos mineros privados como Inti Raymi, Don Mario, San Cristóbal, San Bartolomé que datan de los 80 y 90, representan importantes ingresos incluso para el gobierno actual”.
Analizar nuestra historia económica y, dentro de ella, lo mal cumplido en tiempos de cambio o revolucionarios, es para mucho abarcar; pero, lo grave es que, se los trate por el lado que fuere, los resultados son negativos en todo sentido y empeorados en los últimos siete años con políticas negativas que, por muy poco, no destruyen totalmente lo poco bueno que se haya hecho en el pasado. Los casos de la vivienda, las importaciones y exportaciones, la anulación de la producción y muchos otros aspectos en que hubo empeño en no administrarlos conforme a normas mínimas de sana economía, tendrán que ser motivo de otros análisis; entretanto, valdría la pena no jactarse de “lo bueno” que se habría hecho cuando, en realidad, muy poco o casi nada se hizo por conseguir que nuestro país logre una real independencia económica.
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