El gobierno del MAS ingresa a una zona de precario equilibrio, no sólo en el orden interno, sino también en el ámbito internacional. En el plano interno, varios sectores que ayer apoyaban al Gobierno han dejado de hacerlo y hoy son adversarios que superan en iniciativa y fortaleza a la incipiente oposición. Estos grupos humanos si bien no tienen caudillo que los dirija, en cambio constituyen una poderosa fuerza que debilita la base social del propio partido oficialista; que neutraliza a la vez cualquier contraofensiva política del Gobierno y que incluso impone las reglas del juego al Palacio Quemado.
A partir de diciembre 2010, cuando fue lanzado y retirado el “gasolinazo”, los sectores inicialmente aliados al MAS, defraudados por la política económica y por cierta incapacidad del oficialismo, pasaron a la ofensiva restando desde entonces, día a día, opciones de una nueva reelección presidencial el año 2014.
En efecto, los movimientos sociales descontentos han pasado del aplauso y del ondear de wiphalas a la lucha abierta contra quienes se autoproclaman vigías del cambio estructural e ideológico. No en vano sindicatos, federaciones y organizaciones laborales, obreras, de clase media y campesina, desechan cualquier contacto con el gabinete ministerial y mantienen todavía sus puertas casi abiertas a un encuentro con la primera autoridad de la Nación.
Si esa oportunidad no es aprovechada por el Gobierno y en particular por el primer mandatario, la ofensiva social de los sectores descontentos y defraudados ingresaría a una posible espiral de actitudes y hechos relacionados con la disputa del poder político.
La conmoción entre mineros cooperativistas y asalariados por la fabulosa veta de Colquiri; la negativa de un gran número de comunidades indígenas del TIPNIS al Censo 2012; el reingreso de los comités cívicos a la lucha regional; la defensa intransigente de la libertad de expresión, el apoyo de la clase media a los postulados de la COB, la división de los sectores campesinos; la crítica contra el nombramiento de Sacha Llorenti como embajador ante la ONU y, últimamente, la posible reacción de la Policía Boliviana, sindicada por las autoridades de gobierno de ser supuesta culpable de la arremetida contra los indígenas del TIPNIS, en la localidad de Chaparina, configuran una situación de crisis que atañe directamente a la gobernabilidad.
El Gobierno ha dejado su estrategia ofensiva y está, en la actualidad, enquistado en una táctica defensiva y hasta de sobrevivencia que le impide salir del círculo vicioso al que ha caído él mismo.
Para colmo, en el plano internacional las noticias no son buenas para el “proceso de cambio”: las huestes que habían jurado lealtad a la reelección del presidente venezolano Hugo Chávez transitan en masa hacia las filas del candidato de oposición Henrique Carriles. ¿Qué le sucedería al Gobierno boliviano si Chávez pierde las elecciones en Venezuela o si, por lo menos, el oficialismo dejara de ser mayoría en el Parlamento?
¿Qué sucedería si Estados Unidos decide una intervención defensiva a Irán? Recordemos que el presidente Barack Obama dijo al respecto: “Estados Unidos quiere resolver todos estos aspectos con diplomacia, todavía hay tiempo y espacio para hacerlo, pero el tiempo no es ilimitado. Estados Unidos hará lo que debe hacer para evitar que Irán tenga un arma nuclear”.
Lo que suceda a Irán atañe en esta delicada situación al Gobierno boliviano, reunido en Nueva York con Mahmud Ahmadinejad, durante la 67 Asamblea Ordinaria de la ONU. El ministro de Defensa, Rubén Saavedra, dijo que en esa ocasión y según el periódico “Cambio” que el mandatario boliviano “estará a la expectativa sobre cómo van evolucionando los acontecimientos (de Irán) con Estados Unidos…”.
El tercer factor internacional es Chile. Las relaciones sobre política marítima y no como dijo el Canciller boliviano, que el acullico de la coca tiene el apoyo de más de cien países. Si hay un nuevo fracaso de la Cancillería de Bolivia frente a la diplomacia chilena, el problema será mayúsculo para el gobierno del MAS.
Esta es la situación nacional y los perfiles internacionales. En tal escenario, no hay duda: el conflicto está sentado tras el trono.
(clovisdiaz@gmail.com).
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