Francisco Xavier Iturralde
Va una “reflexión” como pausa en mi columna. La tercera parte de toda vida se la pasa sobre un colchón. Sólo los indigentes pueden dormir en cualquier lugar, porque el mejor colchón es tener sueño. Aunque muchos están obligados al montón de hojas o a la piel de oveja sobre el suelo, pasando por la madera extendida sobre dos bases o el futón sobre los tatamis en Japón.
Los países o regiones receptoras de inmigrantes tienen prosperas industrias de colchones y no faltan tiendas que los comercializan por doquier. Mientras aquellos que pierden ciudadanos, están plagados de colchones usados en venta o listos para podrirse en los basurales.
La marca Simmons, por ejemplo, fabrica más de un millón de colchones año con tecnología moderna evolutiva que emplea nuevos materiales, atendiendo exigencias que pasan por los ortopédicos para mantener la columna vertebral alineada, hasta los colchones de agua. La relación entre colchón y erotismo, siempre fue un poderoso elemento de venta. Especialmente para los tamaños King y Queen, que al Twin aún lo hacen aceptable. Pero para que duerman dos sobre un colchón de una plaza, tiene que existir mucho amor o amor pasajero. Recuerdo el libro “El Reposo del Guerrero” de Christiane Rochefort, sobre el que Vadim hizo una película escandalosa para los 60. Durante su desarrollo el colchón tenía el rol protagónico, pero no figuraba su marca o simplemente me distrajo la actuación de Brigitte Bardot. También cuando en París, como universitario compré un colchón doble de una muchacha muy activa, mi compañero de departamento inmediatamente lo vio, dijo: “cuánta historia tiene ese colchón”.
Normalmente los fabricantes de colchones se iniciaron arreglándolos, como los que escarmenan su lana de oveja. Varios colchones aparecieron en función al material que se dispone en la zona, caso de las pallazas, hoy esenciales en campamentos mineros y de construcción de caminos, con forros de tela plástica y los más vendidos entre los pobres. No faltan los de espuma, algodón y los colchones de aire para salvar la noche en un percance. El dictador nicaragüense Anastasio Somoza era accionista principal de una fábrica de colchones, y de seguro que en sus prisiones, a los políticos opositores les hacía faltar un colchón para dormir, otra forma de continuar torturándolos.
En 1940 apareció el primer sofá cama, propio para los departamentos de las grandes ciudades, como New York, París, Sao Paulo, Tokio. Hay unos que en Bolivia eran vendidos por los que traían muebles usados de los USA o los con design, como el de Osvaldo Borsani de los finales 50, verdaderos clásicos. Ahora los fabrican localmente con un mecanismo que los hace enormes. En Corea ofrecen los colchones de carbón, arcilla, plata y cerámica. Para terminar, al inmigrante boliviano le recomiendo conseguirse un colchón “sueño dorado” y que dure mucho, porque la crisis económica en España, Argentina y posiblemente Brasil será de varios años.
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