La encuesta europea sobre los ninis señala a los jóvenes españoles parados o inactivos de 18 a 24 años que no han estudiado, ni siquiera un cursillo de inglés o de informática, en el último mes. A pesar de que la etiqueta de nini ha ido adquiriendo en la última década una connotación despectiva, referida a adolescentes que no quieren hacer nada con su vida, es evidente que con la crisis son muchos los jóvenes que están en esa situación por falta de alternativas.
Es el caso de Mikel Urtasun, un diseñador gráfico de 23 años que vive con sus padres en San Sebastián. “Estoy ya desesperado. Llevo un año sin hacer prácticamente nada, aparte de echar currículos y algún cursillo. Y lo peor es que no veo salida. No creo que por ahora vaya a encontrar trabajo de lo mío”, lamenta.
Urtasun estudió diseño gráfico y después otro curso para especializarse. Al terminarlo, de septiembre a noviembre de 2010 hizo prácticas no remuneradas en una pequeña imprenta y el dueño quedó contento. Le insinuó que quizá podría contratarlo unos meses después. “Me llamó varias veces el año pasado para preguntarme si seguía libre, pero el contrato nunca llegaba. Al final solo me llamó para cubrir las vacaciones de verano y después no he vuelto a saber de él”, explica.
Fuera de su profesión, tampoco encuentra opciones. “No es que no lo haya intentado. Hace poco hice una entrevista para un trabajo como comercial y me citaron para contratarme, pero cuando vi las condiciones decidí no aceptarlo. No tenía ni sueldo base, solo comisiones, y me pareció que hasta me iba a costar dinero ir a trabajar”, recuerda. “Estoy mirando incluso puestos en supermercados para sacar algo de dinero”, asegura.