La realidad del sistema económico de Bolivia es fundamentalmente de índole capitalista, tanto de carácter privado como estatal. Es más, la tendencia de ese sistema de producción es de fortalecerse y completarse, luchando contra grandes adversidades y peligros.
No obstante esas condiciones, por un lado, el creciente capitalismo estatal arrastra grandes saldos semifeudales y coloniales que le impiden desarrollarse, signos que hicieron fracasar ese sistema en anteriores oportunidades y que, de repetirse, llegarán a los mismos resultados más temprano que tarde.
Pero lo más notable del sistema capitalista privado que existe en el país y que está difundido entre toda la población, tiene que ver con sus características internas. En efecto, ese capitalismo público no es propiamente tal sino que se limita a un semicapitalismo que trata de avanzar y convertirse, pese a los grandes escollos que tiene al frente, en un verdadero sistema de esa naturaleza.
En general el capitalismo privado (excepto grandes empresas) que abarca a agricultores, mineros, comerciantes y otros organizados en pequeñas empresas, cooperativas, sindicatos, gremios, etc., se encuentra en un nivel de reciente nacimiento y organización y, por ello, adquiere características particulares que no permiten definirlo propiamente como tal. En efecto, esas entidades funcionan en medio de grandes saldos feudales y coloniales y no pueden salir de esa situación, por lo que derivan en un semicapitalismo verdaderamente lamentable.
En efecto, en cientos de esas pequeñas empresas los pequeños empresarios (si se los puede llamar así) pagan salarios bajísimos, no cumplen con ningún contrato, no pagan beneficios sociales, no existe la Ley del Trabajo, no toman en cuenta a las autoridades; en pocas palabras, han llegado a un grado de explotación tan alto que se puede decir que se trata de “empresas” más semifeudales que capitalistas. Ahí no existe un verdadero capitalismo, ni muchísimo menos, lo cual determina, al mismo tiempo, comercialización individual callejera, bajo consumo y una cadena de eslabones micro económicos de tendencias anarquistas y fascistas. Es decir que el capitalismo en Bolivia es tan atrasado que se lo puede considerar como salvaje y que cuenta, además, con la protección y fomento del Estado.
Lo que existe en Bolivia no es capitalismo propiamente dicho y si existe algún signo en ese sentido, es naciente y está bloqueado por factores diversos, muchos de ellos tanto de tipo constitucional como legal, así como por políticas oficiales que pregonan consignas anticapitalistas que van a contrapelo de la historia y están destinadas a fracasar, más temprano que tarde.
En otro aspecto, la lucha del pueblo boliviano, entre ciertas características propias, está dirigida a conquistar la posibilidad de desarrollar un sistema de producción capitalista avanzado, como lo está intentando desde tiempos de la fundación de la Nación, aunque en medio de grandes dificultades y esfuerzos de dogmas ideológicos que pregonan grupos partidarios que no observan la realidad nacional, sino viven en un mundo utópico, al extremo de que creen que Bolivia está al borde de una revolución socialista igual que en Rusia en 1917 y que sólo falta que un predestinado (como Lenin) llegue en tren y se produzca el día 17 de octubre para la toma del poder por los soviets.
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