El país transitó de las cruentas dictaduras al modelo económico neoliberal y tiene como reto histórico consolidar su institucionalidad en base a la inclusión social dentro del nuevo proceso constituyente.
El 10 de octubre de 1982 Bolivia ingresaba a la etapa más madura de su historia con el retorno de la democracia. Los fusiles quedaban relegados a los cuarteles y la sociedad civil comenzaba a administrar las riendas del Estado. Entre luces y sombras, el país cumple tres décadas de continuidad democrática.
Para el analista Roger Cortés, el valor de haber superado la era dictatorial radica en el paso histórico de un proceso que va consolidándose poco a poco dentro de la nueva etapa constituyente del país. Destacó que la presencia popular permitió el repliegue de las dictaduras, gracias a su lucha constante.
Sobre los riesgos que enfrenta la democracia en el último tiempo, Cortés identifica dos matices uno referido al régimen central y otro a los sectores corporativos que no permiten la consolidación de la institucionalidad estatal.
“El peligro es el exacerbado modelo y las tendencias totalitarias que asume el amplio respaldo popular y las favorables condiciones económicas como excusa para frenar a cualquier sector disidente. Otro riesgo para la democracia es el fortalecimiento que se ha venido dando con tendencias corporativistas o en términos simples el egoísmo de grupos que fomentan hechos de confrontación, muchas veces alentados por el propio gobierno”, dijo.
Por su lado, el politólogo Franklin Pareja explicó las tres décadas de democracia desde los periodos presidenciales, cada uno con sus aristas que más allá de las dificultades permitieron que el proceso avance y no retroceda hacia la visión totalitaria de las décadas de los años 60 y 70.
Según explicó, el gobierno de Hernán Siles tuvo la virtud de recuperar la democracia y hacer frente a la conflictividad social producida por la crisis económica, mediante el desapego al poder y el adelanto a la s elecciones. Luego vino la etapa de Víctor Paz que en su último gobierno logró la estabilidad económica, con un giro hacia el neoliberalismo y un alto costo social, pero que era inevitable para mantener la estructura democrática.
“En el gobierno de Jaime Paz Zamora se produjeron las reformas de primera generación y es acá donde la política se vuelve pragmática más que programática. Se desideologizó la política al ver la unión entre izquierda y derecha”, explicó.
Durante la primera gestión de Gonzalo Sánchez de Lozada, explica Pareja, se produjeron las reformas de segunda generación, en referencia a la Reforma Educativa, la Ley de Participación Popular y otras medidas que transformaron al Estado comenzando a visibilizar la inclusión social. Durante el gobierno democrático de Hugo Banzer Suárez se reforzó la institucionalidad, pero a este periodo no le acompañó la bonanza económica, situación que generó la conflictividad social y dio origen a los sectores sociales emergentes con líderes como Felipe Quispe y el propio Evo Morales.
En el último tiempo, la inclusión social producto de la nueva estructura jurídica y la nueva Constitución Política del Estado (CPE) logró que sectores antes relegados como mujeres, organizaciones sociales, pueblos indígenas se empoderen aunque aún resta que este factor sea efectivo en la toma de decisiones.
Pareja coincide con Cortés y ve un riesgo claro en el denominado proceso de cambio, porque al ser un modelo unipartidario, el régimen del Movimiento Al Socialismo (MAS) no admite disidencia y arremete contra todo aquel factor que pueda afectar su modelo. Esta, sin embargo, no es una construcción sino una causalidad por el fracaso de la partidocracia que a su tiempo no supo responder a las demandas de la sociedad.
El país pasó de las dictaduras hacia el modelo neoliberal y en su ínterin vino la primera marcha indígena de 1990, donde se visibilizó a los pueblos originarios, se reconoció la existencia de la otra Bolivia. Estos movimientos representan otra arista que hace a la democracia nacional, su consolidación y el proceso constituyente de transición que apunta a generar una nación fortalecida y madura antes de cumplir su bicentenario.
La conflictividad social siempre está presente, se vio en los años de Víctor Paz con la resistencia minera, la “Guerra del gas” que defenestró a Sánchez de Lozada o la movilización en defensa del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (Tipnis) que trata de resolver, con imposición de por medio, el régimen de Evo Morales; empero, el pueblo es sabio y ha demostrado que justo al filo del barranco siempre prima la responsabilidad que logra que la convivencia y la democracia perdure por más años.
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