En las últimas semanas, como parte de un enfoque eufórico en las relaciones bilaterales con Chile, se ha retomado el caso de las aguas del Silala, con una posición actual nueva y que, como ciudadano responsable y consciente, considero riesgosa para el país. Como no soy especialista en la materia, tomaré como referencia algunos estudios y debates sobre este asunto.
El Ing. Geólogo Fernando Urquidi Barrau presentó un informe al encuentro sobre “Política exterior en materia de recursos hídricos”, publicado por el Ministerio de Relaciones Exteriores” con el apoyo del PNUD, en su exposición titulada: “Recursos hídricos en la frontera boliviano-chilena”.
Ese informe estuvo basado en dos años de investigación realizado por el Programa de Integración Regional (PIR) del Servicio Nacional de Geología y Minería (SERGEOMIN).
En síntesis: “la cuenca del Silala es una configuración de drenajes. Básicamente no existen flujos o escurrimientos naturales. El único flujo determinado es el que es transportado en los canales abiertos construidos con mampostería local, a principios del Siglo XX después de la firma de concesión de aguas a la Empresa del Ferrocarril Antofagasta Bolivia”. “En el sector boliviano se ha inventariado 79 ojos de agua y en el lado chileno 20 ojos de agua”. “El caudal medido en el canal principal es de 200 ls./seg., con agua que es mucho más pura que el agua de la ciudad de La Paz”. El informe concluye: “las aguas del Silala afloran a ambos lados de la frontera porque provienen de una misma fuente”.
En la parte técnica la situación es clara, son como se dice ojos de agua y no un río, gran parte del caudal de la parte boliviana escurre a Chile por los canales efectuados para servir en su momento a las locomotoras a vapor del ferrocarril citado, con base en un convenio firmado en ese entonces por la Prefectura de Potosí y la empresa a cargo del ferrocarril. Después de que el ferrocarril dejó de utilizarlas, Chile siguió usando estas aguas, por ya casi un siglo, para el desarrollo de su región norte.
El tema del Silala fue parte de la agenda de 13 puntos que encaró nuestra Cancillería, durante el periodo de relación con la presidenta Michelle Bachelet, habiéndose llegado en ese entonces a un primer acuerdo de compensación a Bolivia, por el uso del 50% de las aguas, lo cual quedó, como se dice, en fojas cero, porque surgieron las voces en Bolivia que reclamaban además por la “deuda histórica”, es decir la compensación por el uso de las aguas desde sus inicios hasta nuestros días. Ello significaba una cifra cuantiosa, por varios centenares de millones de dólares que Chile se negó a aceptar.
Otras aguas desviadas por Chile fueron las del río Lauca, con las aguas trasvasadas se riega 2.100 Has en el valle de Azapa . Según Chile usan el 50% de las aguas y el otro 50% fluye hacia Bolivia. Este problema dio lugar a reclamos que han quedado sin solución hasta el presente (Urquidi).
En la actualidad el Gobierno nacional ha tomado la decisión de utilizar en proyectos propios las aguas del Silala, para un proyecto piscícola y otros usos, lo que ha motivado el reclamo de Chile, el cual, según el derecho internacional, al usar en su beneficio determinado volumen de aguas ha generado derechos a favor suyo que no pueden interrumpirse por decisión unilateral.
El tema es delicado y, como se dice en el lenguaje popular, el tema debe tratarse “con pinzas”, para evitar conflictos mayores.
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