Hace 520 años

Me costó un poco convencer a mi comadre cochabambina de que mañana, 12 de octubre, es el Día de la Raza, recordando el descubrimiento de América por Cristóbal Colón, quien cumplió esa misión en nombre de los reyes de España Fernando e Isabel, también llamados los Reyes Católicos.

La cholita me confesó que sus conocimientos acerca de esa proeza histórica eran menores que los míos, pidiéndome que le contara lo que sucedió aquel 12 de octubre de 1492, pues había escuchado muchas veces al presidente Evo y a algunos de sus colaboradores lamentar la hazaña de Colón y promover nuestro retorno a los tiempos del Tawantinsuyo, cuando formábamos parte del Imperio de los Incas, retrocediendo las agujas del reloj de la historia cuatrocientos veinte años.

Ante el temor de ser enjuiciado por incumplir la actual Ley contra el Racismo preferí comenzar mi modesta conversación diciendo a mi pariente espiritual que aquellos tiempos del Incario fueron más felices que los actuales, pues formábamos parte de un Imperio y ser imperialistas nos llenaba de orgullo y no como ahora, cuando tal calificación resulta insultante. La cholita abrió su boca en señal de admiración, pidiéndole que la cerrara porque se le miraba un diente de oro que podría despertar la codicia de algunos cooperativistas mineros, como en Mallku Khota.

Volviendo a los tiempos felices del Incario, le conté a mi comadre nacida en Quillacollo algo que podría aumentar su orgullo: los incas eran quechuas y su dulce lengua oficial era el quechua, enseñando algunos cronistas que el Inca y su Corte hablaban un quechua fino y a veces poético, mientras el pueblo se comunicaba con un quechua vulgar y corriente.

Macacha sorprendida me interrumpió para decirme: “así seguramente era en esos tiempos, compadre, porque hasta hoy el quechua que hablan los chuquisaqueños y los ecuatorianos es más dulce y culto que el utilizado en otras regiones del país...”.

Continúe hablando sobre los tiempos felices del Incario y los tiempos desdichados que vivimos en el presente; informando a mi discípula ocasional que los aymaras fueron derrotados por el Inca y enviados a poblar lejanas e inhóspitas tierras, aunque nunca fueron sometidos totalmente. Lo que sí puedo asegurarle, comadritay, chunquitoy, palomitay es que el Inca gobernaba.

-¿Quiere usted decir, compadre, que entonces se gobernaba y que hoy no se gobierna? -preguntó Macacha-, a lo cual repuse sin vacilar: “ya lo estamos viendo, comadre, avasallamientos en las minas y militares que imponen el toque de queda en la región. Militares ordenan sus filas para luchar contra los narcotraficantes en una provincia cruceña; Fuerzas Armadas dirigidas por el Comandante del Ejército, general Gandarillas, luchan contra los contrabandistas de autos chutos en Challapata (Departamento de Oruro). ¿Esto le parece gobernar...?

La cochabambina inteligente concluyó: “tiene razón, compadre, eran mejores los tiempos del Incario, volvamos a ellos, pero con un Inca de verdad”.