El culto al fracaso y la derrota

Atiborrado de lecturas fantasiosas que le llevaban a un lugar que no existía, perdió el juicio y salió a buscar aventuras heroicas que protagonizaron personajes de realidades que ya no existían. A ninguna parte llegó y terminó en un fracaso completo. En efecto, sus falsas ideas lo condujeron a un triste final. Tal la suerte de don Miguel Quijano, que se creyó don Quijote de la Mancha, desfacedor de injusticias y destructor de follones y malandrines en los campos de la Mancha.

Tal el caso de los antiguos caballeros que en la concepción de sus ideas se desviaron al idealismo y se alejaron de la realidad, para vivir en medio de especulaciones subjetivas que iban a ninguna parte y que, finalmente, se convirtieron en fracasos monumentales. Sin embargo, pese a esos antecedentes ocurridos siglos atrás, en tiempos recientes aparecieron los Quijotes modernos que también, víctimas de sus lecturas, corrieron en pos de utopías y terminaron rompiéndose la cabeza contra la dura roca de la realidad. Tal el caso del aventurero argentino-cubano Ernesto “Che” Guevara en las quebradas de Ñancahuazú, en el oriente boliviano.

Se propuso realizar sus planes bélicos desafiando todo riesgo, pero terminó en la frustración absoluta, lo cual precisamente demostró que estaba equivocado y que, por supuesto, terminaría en una sonora derrota que, sin embargo, ahora trata de ser convertida en victoria por sus trasnochados seguidores.

La ideología que Guevara quiso expandir sólo podía ser errónea al ser puesta a prueba en la práctica. Entonces cuando dio ese paso los hechos confirmaron que estaba totalmente equivocado, que todos sus pensamientos eran falsos y protagonizó un episodio que dio al traste con toda su parafernalia, todo porque estaba alejadísimo de la realidad y vivía en un mundo ilusorio.

Quiso hacer revolución en Bolivia, donde ya había habido revolución y chocó contra un muro de cemento armado, siendo rechazado por el pueblo que sabía que ya estaba hecho lo que el guerrillero había planeado desde fuera, como si a los bolivianos se les quisiera enseñar a hacer revoluciones.

Guevara registró así una derrota más en el rosario de fracasos que protagonizó a lo largo de su vida de aventurero. En Bolivia fue derrotado en la guerra y pereció en su intento, no sin antes matar a soldados bolivianos que defendían a su Patria. Fue un fracasado el guerrillero, pero ahora sus seguidores tratan de convertir la derrota en victoria y, en esa forma, rendir culto al error, lo que es absurdo, y a la falsedad, especialmente a esta última que consiste en la tergiversación de la situación real de las cosas.

Los lemas como “el Che vive”, los afiches que llenan las paredes de los actos públicos del Gobierno y las oficinas del Estado, el culto a la personalidad de este personaje frustrado y otros esfuerzos cursis para mantenerlo en vigencia como “héroe”, son intentos para rendir culto al fracaso, a los sueños utópicos. Se trata de un engaño al pueblo y en especial a las juventudes a las cuales se les quiere inculcar la idea de que lo malo es bueno, que hay que insistir en el error y la falsedad, que los valores humanos no existen, que es aceptable la victimación de soldados bolivianos, así la lógica ha sido sustituida por el absurdo. Ahora nos quieren hacer ver que el guerrillero triunfó en Bolivia, cuando la verdad es que fue derrotado.

En un fracasado como Guevara no hay que tener confianza ni sentir temor. Los vencidos no son paradigmas de nadie y menos de los bolivianos que derrotamos a la guerrilla invasora y que nos vanagloriamos de esa victoria porque nadie nos va a enseñar lo que tenemos que hacer. A la par, quienes siguen el culto al fracaso y a la derrota están condenados a la misma suerte. Los bolivianos rendimos pleitesía a los triunfadores, a los defensores de la Patria.