Innegablemente, somos un país capitalista porque todas las actividades productivas públicas y privadas se desenvuelven en ese ámbito; sin embargo, protestamos y condenamos, a nivel del Gobierno, al capitalismo. La conclusión es que nadie sabe a cabalidad qué somos ni en qué renglón de la economía nos encontramos y la conclusión a niveles internacionales es que somos causa de críticas y hasta desconfianza porque posibles inversionistas siguen, como en los últimos años, a la expectativa de lo que vaya a ocurrir.
El dólar -como cualquier otra divisa mundial, caso del euro- es moneda dura que sirve para transacciones de importación y exportación y, en conclusión, si no cobramos en dólares, no cobramos por nuestras ventas al mercado internacional y, si no pagamos en dólares por nuestras compras en el mercado internacional, nadie nos recibe otra moneda (salvo el euro). Protestamos contra el “imperio” y, sin embargo, estamos aferrados a ese imperio norteamericano porque, quiérase o no reconocer, es la primera potencia económica mundial.
Cuando se habla de drogas, se la comercializa con el dólar que es divisa de libre circulación para ese letal negocio, como lo es para cualquier actividad; sin embargo, en nuestro país creemos, muy ingenuamente, que “poniendo un nuevo impuesto a la venta de dólares” le estaríamos propinando un gran golpe y determinando, además, su devaluación con miras a fortalecer nuestra moneda. Los hechos muestran todo lo contrario, el dólar se fortalece porque toda transacción se hace sobre esa base y se cambia o se vende teniendo al dólar como medida de transacción.
La medida de aplicar un nuevo impuesto al dólar es contraria a todos los bolivianos porque todo lo que se vende o compra en el país se basa en el dólar; es decir que bienes de uso y consumo los pagamos en moneda norteamericana y esto encarece nuestra vida agravando nuestra pobreza. Valdría la pena que los “magos” de nuestras finanzas expliquen las “ventajas” de un dólar más caro con una moneda nacional más pobre.
El dólar de la realidad, de las importaciones y exportaciones tiene mayor valor porque el nuevo impuesto se lo carga a esta moneda y es traslaticio hacia lo que se vende o compra. Parece un galimatías repetir tanto el fenómeno, pero no hay otra forma de explicar cómo el dólar se fortalece y el boliviano decrece en su valor adquisitivo. Las consecuencias las paga el pueblo sin que las autoridades económico-financieras del país se inmuten.
¿Hasta cuándo durará la aventura de jugar a la economía? ¿Por qué no hay seriedad en lo que se hace y dice a niveles del Gobierno? ¿Con qué resultados tropezaremos los bolivianos de acá a pocos meses con una economía más dolarizada y un poder adquisitivo del boliviano cada vez más pobre? Y, pese a todo lo que se diga contra el “imperio”, el dólar a nivel mundial se fortalecerá, inclusive porque Estados Unidos pasará, en poco tiempo, a ser la primera potencia mundial en la producción de petróleo y gas; esto muestra que disminuirá sus importaciones de hidrocarburos dejando en serios aprietos a quienes le venden. Los fenómenos económicos a futuro son preocupantes y, aunque no le demos importancia, tendrán graves repercusiones.
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