El salto del curul
Evo Morales entró al poder como un presidente con legitimidad al haber obtenido más del 50% de la votación en 2005. Una de sus promesas fue que no iba a actuar con “venganza” contra las clases altas o dominantes burguesías que ostentaron el poder durante los años de la era neoliberal. “No teman nuestros opositores, no actuaremos como ustedes cuando me expulsaron del parlamento, nosotros somos respetuosos de las minorías”, dijo durante su discurso de posesión aquel 22 de enero de 2006.
El caso de la diputada cruceña Adriana Gil, quien paradójicamente hizo campaña por el Movimiento Al Socialismo (MAS) para que Morales sea aceptado en una reticente y tradicionalista Santa Cruz, terminó de comprobar la antítesis de las promesas del ahora mandatario boliviano. En contraposición, su proceso significó un parangón con lo sucedido con Evo Morales, el diputado expulsado por unos meses por el Congreso Nacional en 2005; es decir, la figura política de ambos se disparó sacándolos del simple curul con una proyección de liderazgo nacional.
La diferencia entre Morales y Gil es el tiempo, pues el líder cocalero sólo tardó unos meses en forjar su candidatura, gracias a la efectiva defensa legal de su entonces abogado, Héctor Arce, quien planteó un recurso de inconstitucionalidad atendido por el Tribunal Constitucional de la República.
Gil tendrá que esperar un par de años para consolidar una plataforma fresca, joven, con equidad de género e inclusión, tal como ella adelantó, pero que podría truncarse si se duerme en los laureles mediáticos que derivaron de este proceso erróneo, tal como afirmaron diputados oficialistas como Lucio Marca, que asimila el impacto político detrás de la sesión del jueves 27 de septiembre.
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